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Entrevista con Fernando Bermejo: "dado que Jesús fue convertido enseguida en una figura venerada, la importancia de Juan el Bautista tuvo que ser neutralizada"

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Juan el Bautista, de El Greco. Fuente: Wikimedia
Juan el Bautista ha ocupado siempre un papel secundario dentro del cristianismo, pero un análisis detallado de las fuentes disponibles para el estudio de este personaje parece vislumbrar un peso mucho mayor del que hoy conocemos. Mediterráneo Antiguo ha conversado sobre él con Fernando Bermejo Rubio, doctor en Filosofía y máster en Historia de las religiones especializado en la historiografía sobre Jesús de Nazaret, el cristianismo antiguo y el maniqueísmo. Ha sido profesor en la Facultad de filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona y ha impartido cursos de historia del cristianismo antiguo y medieval en diversos másters. En la actualidad se dedica a la investigación y es colaborador honorífico del Departamento de Filosofía de la UNED, Madrid.

Pregunta - ¿Cómo definiría la figura de Juan el Bautista en el contexto religioso judaico?
Respuesta - Juan el Bautista parece haber sido una figura con una personalidad propia en su contexto histórico y religioso, el judaísmo palestino del primer tercio del siglo I de la era común. En otras palabras, parece haber sido un personaje relativamente independiente de –aunque no necesariamente opuesto a– las “sectas” o corrientes judías contemporáneas de las que Flavio Josefo nos habla (saduceos, fariseos, esenios, “Cuarta Filosofía”). Sin embargo, esto no es decir mucho, pues lo cierto es que las llamadas “sectas” judías constituían tan solo una minoría muy exigua –unos pocos millares de personas– de una población total que, sin contar la Diáspora, en la tierra de Israel podría haber rondado entre medio millón y un millón de individuos. El judaísmo helenístico era mucho más variado de lo que solemos suponer, y muchas figuras resultan difícilmente clasificables en los moldes de las “sectas”. De todos modos, aun reconociendo su idiosincrasia, Juan puede ser incluido en la categoría de los profetas populares, carismáticos y con un mensaje apocalíptico, de los que conocemos otros ejemplos en el siglo I.

Pregunta - ¿Cuáles son las fuentes primarias principales para el estudio de la figura de Juan el Bautista?
Respuesta - Las fuentes son relativamente exiguas: un pasaje de Flavio Josefo en Antigüedades Judías XVIII, 116-119, y varios pasajes en los Evangelios canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan) y en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Ahora bien, hay que leer estas fuentes críticamente. De hecho, la sección de corte más claramente biográfico del Nuevo Testamento sobre Juan (el relato de la infancia de Lucas) parece no ser otra cosa que una construcción literaria y teológica. Y las tendencias apologéticas y polémicas detectables en los evangelistas son las de presentar a Juan como espiritualmente inferior a Jesús. En lo que respecta a Josefo, su texto es considerado auténtico por casi todos los estudiosos –hay quien ha querido poner en duda su autenticidad, sin argumentos convincentes–, aunque su interés por poner en sordina los mesianismos le hizo silenciar el elevado tono apocalíptico del mensaje del Bautista.

Pregunta - Joseph Ratzinger vinculó a Juan el Bautista con los esenios. ¿Está de acuerdo?
Jesús ante Herodes Antipas. Tabla del retablo mayor del Monasterio de Sigena.
Fuente: Wikimedia
Respuesta - De algún modo, esta pregunta está contestada en lo esencial en la respuesta a la primera que me ha formulado. Antes de dar una contestación más pormenorizada, es conveniente, en mi opinión, un par de observaciones previas. La primera es que una posible vinculación del Bautista con los esenios fue conjeturada ya a más tardar desde el descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto a mediados del s. XX (por no remontarnos más atrás), por lo que la propuesta no es original. La segunda es que, aunque mucha gente considera a Joseph Ratzinger una autoridad, apenas hay historiadores serios que presten atención a su obra sobre Jesús. Es necesario decirlo con claridad: Joseph Ratzinger es un teólogo, no un historiador, y su obra sobre Jesús es ante todo una obra de teología caracterizada por un abordaje que, en lo esencial, resulta francamente pre-crítico. Sus opiniones sobre Jesús (y Juan) se citan porque es un papa, de no serlo pasarían sin pena ni gloria. Pero volvamos a su pregunta. Probablemente a lo que usted se refiere es a la afirmación de Ratzinger, que se encuentra en su primer volumen sobre Jesús, según la cual “no es de excluir que Juan el Bautista hubiera vivido algún tiempo en la comunidad de Qumrán y recibido de ella parte de su formación religiosa”. Veamos. Teniendo en cuenta que no sabemos casi nada sobre la vida del Bautista, un “no es de excluir que” es difícil de refutar. Pero si nos basamos no simplemente en posibilidades abstractas, sino en la reconstrucción histórica más probable, entonces la respuesta parece que ha de ser negativa. La razón es que entre lo que sabemos del bautismo de Juan y los hallazgos de Qumrán hay casi únicamente diferencias. Aunque todos utilizaban el agua con fines rituales, esto no es exclusivo de ellos, pues era algo habitual en el judaísmo de la época. su sentido y procedimiento parecen diferentes: en los esenios hallamos repetidos ritos de inmersión, algo que no está atestiguado en el caso de Juan, quien parece haber requerido únicamente un bautismo.
Lo dicho del bautismo puede aplicarse también al resto de presuntas relaciones entre Juan el Bautista y los esenios o Qumrán. Las diferencias son considerables. Mientras que Juan parece haber considerado el juicio final algo inminente, muchos esenios parecen haber concedido un plazo más amplio. También en el vestido y en la alimentación hallamos divergencias. Parece que Juan rechazaba alimentos cultivados como pan y vino, mientras que los esenios consideraban estos alimentos un componente básico de su dieta; Juan parece haberse vestido de saco/arpillera, con un tejido basto que era generalmente oscuro, mientras que según Josefo los esenios vestían de blanco. Juan parece haber vivido en la región en torno al bajo Jordán y en particular en la parte oriental, no en las orillas occidentales del Mar Muerto, donde se hallaba la comunidad de Qumrán. En suma, aunque Juan y los miembros de esta comunidad probablemente se habrían respetado mutuamente (todos eran judíos con una intensa religiosidad y de convicciones apocalípticas), no hay razones convincentes para conjeturar que aquel haya sido formado espiritualmente en Qumrán
   
Valle de Qumran, donde habitó una importante comunidad esenia.
Fuente: Jaime Cobreros Aguirre
Pregunta - Juan el Bautista tiene gran cantidad de semejanzas con Jesús. ¿Cuáles señalaría como principales y más decisivas?
Respuesta - Lo que resulta singularmente llamativo es el hecho de que, a pesar de que las fuentes que tenemos son parcas, y de que están claramente sesgadas, nos permiten entrever una gran cantidad de similitudes entre ambos predicadores, y en aspectos muy variados y decisivos. Ambos fueron individuos con hondas convicciones religiosas y dotados de carisma. Ambos se expresaron con vehemencia e imágenes gráficas que atrajeron la atención de algunos de sus contemporáneos. Ambos actuaron como maestros, impartiendo enseñanza y reuniendo a discípulos. Ambos se consideraron portavoces de Dios, anunciadores de un mensaje escatológico decisivo. Ambos se situaron en una línea de religiosidad profética, haciendo hincapié en los aspectos morales y espirituales de la vida (aunque sin rechazar los rituales). Ambos enseñaron a rezar a sus seguidores de manera característica (¡y de hecho se ha conjeturado que el “Padre nuestro” podría provenir del Bautista!). Ambos se dirigieron a Israel (no a los paganos). A ambos se les atribuye en las fuentes haber prestado atención a elementos social y religiosamente marginales de la población (prostitutas, recaudadores de impuestos…). Ambos anunciaron una intervención decisiva de Dios en un futuro próximo. Ambos hicieron un llamamiento al arrepentimiento. Ambos mantuvieron relaciones tensas con el tetrarca de Galilea, Herodes Antipas (que hizo ejecutar a Juan y que parece haber querido eliminar también a Jesús). Ambos fueron arrestados y ejecutados por las autoridades políticas de su tiempo. Ambos fueron exaltados tras su muerte por sus seguidores… Lo que me parece más decisivo no es tanto el número de semejanzas –aunque es ciertamente llamativo–, sino su cualidad: todo indica que Jesús y Juan compartieron básicamente las mismas creencias, los mismos valores, los mismos objetivos y las mismas esperanzas. En su talante, en su mensaje y en su destino vital los paralelos son claros.

Pregunta - Los testimonios en los que Jesús habla de Juan denotan gran admiración y hasta cierta continuidad en sus planteamientos. ¿Pudo ser Jesús un discípulo de Juan el Bautista?
Restos de habitación de la comunidad de Qumran. Fuente: M.A. Villanueva
Respuesta - Yo no diría solo “cierta continuidad”, sino “continuidad” a secas. Por ejemplo, si se acepta la historicidad del pasaje de Marcos 11 (y de sus paralelos sinópticos) en el que Jesús, al ser preguntado por la autoridad con la que enseña y actúa, apela a la figura de Juan, esto indica que el galileo presupone la autoridad del Bautista. Como han argumentado ya buen número de estudiosos, hay razones poderosas para pensar que Juan no se limitó a bautizar a Jesús, sino que debió de instruirle y ser una suerte de “mentor” para él. Si me permite añadir algo, creo interesante señalar que hay rastros en los propios Evangelios (y en el testimonio de Josefo) de que Juan fue una figura respetada no solo por Jesús, sino también probablemente por otros judíos de su tiempo: para mucha gente parece haber sido un ejemplo de renuncia y de confianza en Dios llevando una existencia marginal, y también de coraje moral, pues no temió denunciar públicamente al poderoso tetrarca Herodes Antipas.

Pregunta -  Algunos autores han señalado cierto paralelismo entre el pasaje en el que Flavio Josefo habla de Juan el Bautista y el famoso Testimonium Flavianum para recalcar la neutralidad del cronista judío respecto a la figura de Jesús. Si uno lee ambos pasajes, los paralelismos no parecen tan evidentes. ¿Qué opina al respecto?
Respuesta - Josefo dice claramente que Juan el Bautista era un hombre “bueno”, que exhortaba a practicar la virtud y la justicia, y afirma además que hubo muchos judíos que pensaron que la derrota de Antipas a manos del rey nabateo Aretas, varios años después, fue un castigo divino por la ejecución de Juan. Por alguna razón, Josefo toma, por implícitamente que sea, partido por Juan. No hay nada de todo esto en su noticia sobre Jesús, el denominado Testimonium Flavianum (un pasaje, por lo demás, que con toda probabilidad contiene interpolaciones cristianas, y ello de acuerdo a la opinión más extendida). A diferencia de lo que ocurre con la noticia sobre Juan, en ninguna parte del texto de Josefo se indica ni se sugiere que la ejecución de Jesús pudo ser injusta. Por tanto, yo no veo que pueda hablarse de ese paralelismo. Muchos autores hoy en día, siguiendo entre otros al católico John Meier y al judío Geza Vermes, afirman que el texto original de Josefo sobre Jesús era neutral hacia este. Esta posición, sin embargo, me parece insostenible: es sospechosa a priori (porque el historiador no sentía simpatía alguna por los mesianistas, a los que culpó de la guerra judía, y él sabía de la pretensión mesiánica de Jesús) e insostenible a posteriori. En un par de artículos, que serán publicados a lo largo de este año en las revistas Journal for the Study of Judaism y Estudios Bíblicos, ofrezco toda una serie de argumentos, que me parecen histórica y filológicamente muy sólidos.   

Valle del Jordán desde los Altos del Golán. Fuente: Wikimedia
Pregunta - Entre Juan y Jesús hay también diferencias. ¿Cuáles son las principales? ¿Justifican el hecho de que algunos hayan hablado de confrontación?
Respuesta - En efecto, existen algunas diferencias entre ambos. Es normal que las haya, dado que ambos predicadores parecen haber tenido una idiosincrasia y una personalidad fuerte. Una vez dicho esto, hay que decir que varias de las diferencias que suelen aducirse resultan implausibles. Así, por ejemplo, suele decirse que Juan fue un asceta mientras que a Jesús le gustaba “comer y beber” (John Meier le llama un “bon vivant”). Lamentablemente, esta contraposición es injustificada, pues cuando se sopesan pausadamente los datos, hallamos varios rasgos ascéticos en Jesús, como han puesto de relieve de manera convincente algunos estudiosos. Algo similar cabe decir del habitual cliché según el cual Juan predicaba la condenación mientras que Jesús era un alegre anunciador de buenas noticias: esto no es sino una caricatura de los testimonios disponibles. Una vez que evitamos las lecturas sesgadas, podemos atender a las indicaciones textuales que apuntan a la existencia de diferencias. Una es que las fuentes nos informan de la fama de exorcista y taumaturgo de Jesús, pero no de la del Bautista. El estilo de ambos parece haber sido asimismo un tanto diferente: Juan aparece como un individuo solitario y marginal que, mientras que Jesús parece haber sido más “sociable” y haber vivido en lugares poblados. Aunque Juan, como hemos dicho, parece haber tenido discípulos, no hay testimonios inequívocos de que haya formado un círculo interno como hizo Jesús con un grupo escogido. Al margen de si Jesús bautizó o no –esta es una cuestión disputada–, parece que en todo caso no otorgó al bautismo una significación tan fundamental como lo hizo el Bautista. Lo que debería ser claro es que estas diferencias son menores, de hecho varias de ellas atañen a cuestiones de carácter y de estilo. Sin embargo, como usted señala, muchos autores magnifican absurdamente estas diferencias hasta el punto de hablar de un “contraste”, de  “ruptura” o de “oposición” entre los dos predicadores. Hace algunos años, un exsacerdote católico, John Dominic Crossan, llevó al límite esta mistificación al escribir que Juan el Bautista es “casi el polo opuesto de Jesús”.  Afirmaciones de este tipo, a la luz de los testimonios disponibles, carecen de todo fundamento y de hecho rayan en lo estrambótico.

Khasné, Petra, Jordania. Patria del rey Aretas IV, enemigo de Herodes.
Foto: Lola Valderrama
Pregunta - Juan fue ajusticiado, como relata Josefo, por un proceso abierto por una autoridad judía, al igual que Jesús. ¿Hay que considerar este hecho como una paranoia más de Herodes Antipas o el radicalismo religioso de la época del Segundo Templo era visto con recelo por algunas autoridades judías?
Respuesta - Yo diría que el paralelismo radica, en este aspecto, en que ambos predicadores fueron ejecutados a manos de las autoridades políticas de su tiempo, aunque es discutible si la actuación contra Jesús fue –como quieren los Evangelios– incoada por las autoridades judías o no. Mientras que Jesús fue crucificado por el prefecto romano (una pena reservada para sediciosos en la Palestina sometida al dominio imperial), Juan fue decapitado  por el tetrarca de Galilea y Perea, Herodes Antipas. Josefo afirma que Antipas decidió liquidar a Juan por la sospecha de que su influencia en el pueblo pudiera causar algún tipo de tumulto. Ahora bien, ¿estaba justificada esta sospecha o respondía, como usted lo formula, a una simple paranoia de Antipas? Esta es una pregunta difícil de contestar. Herodes Antipas no era un gobernante estúpido, pues mantuvo su poder durante más de cuarenta años. Y un gobernante que no es estúpido no se arriesga probablemente a ganarse la animadversión de sus súbditos ejecutando a un personaje que goza del aprecio popular si no ve en él un peligro real. Lo cierto es que existen varios sentidos en que la predicación de Juan el Bautista puede haber tenido implicaciones políticas. Uno de ellos es muy genérico: al igual que la de Jesús, la apasionada predicación del Bautista implicaba que el orden de cosas presente, con toda su injusticia y su alejamiento de los preceptos divinos, estaba a punto de ser superado. Esta convicción podía generar fácilmente, entre gente entusiasta, actividades que pondrían en peligro el orden público. Al referirse a lo que Josefo temía de la multitud, emplea términos que suelen utilizarse para designar cambios políticamente revolucionarios. Los temores de Antipas pueden no haber sido del todo infundados, dado el fervor que podía suscitar la esperanza de liberarse del yugo de un gobernante judío, sí, pero obviamente prorromano.
Busto de Flavio Josefo. Fuente: Wikimedia
Y, en todo caso, los romanos esperaban que Antipas fuese capaz de mantener la paz en sus territorios, pues los posibles disturbios podrían extenderse fácilmente a Judea. Más específicamente, según los Sinópticos, Juan acusó a Antipas de desobedecer la Torá (el Levítico impide a un hombre casarse con la mujer de su hermano mientras este está vivo), en particular por haber desposado a Herodías, la mujer de su medio hermano. Lo interesante es que, como han señalado diversos estudiosos, esto no se limita al ámbito moral ni a una crítica personal: podía tener implicaciones políticas, al poner en peligro la lealtad de sus súbditos y crear inestabilidad, dado que –como Josefo señala explícitamente– Juan tenía influencia sobre las multitudes, que le consideraban un profeta. De hecho, para desposar a Herodías Antipas hubo de divorciarse de su primera mujer, la hija del rey nabateo Aretas IV, que más tarde le declararía la guerra. Y pensemos que Juan desarrolló su predicación y su actividad bautista no lejos del territorio nabateo. 

Pregunta - ¿Tenían estos predicadores de la época del Segundo Templo la intención de crear una secta dentro del judaísmo o estamos ante un fenómeno que surgió posteriormente?
Respuesta - La respuesta a la primera parte de la pregunta es negativa. Tanto Juan como Jesús parecen haber tenido únicamente la intención de preparar al pueblo de Israel para la llegada inminente del Reino de Dios, haciendo un llamamiento a los pecadores a la teshuvá, es decir, a la conversión o reorientación de la vida a los mandamientos de Dios. En el caso de Jesús, recuérdense, por ejemplo, la historia sobre la oveja perdida (Mt 18, 12-14), la famosa parábola sobre el hijo pródigo (Lc 15, 11-32), o la parábola de los obreros de la viña en Mt 20, 1-6. Además, sus convicciones apocalípticas, con su espera de un fin inminente, imposibilitaba de entrada la voluntad de crear una comunidad distinta destinada a pervivir. En este sentido, ni Juan ni Jesús pueden llamarse “sectarios”. Fue la necesidad de sus seguidores, tras las respectivas muertes de sus maestros espirituales, por dotar de sentido a sus propias vidas y a sus expectativas defraudadas, lo que daría lugar progresivamente a la constitución de conventículos separados, que en el caso de la secta de los nazarenos acabaría incluso desgajándose, con el tiempo, de su matriz judía. 

Supuesta cabeza de Juan el Bautista, en San Silvestro in Capite, Roma.
Foto: Mario Agudo Villanueva
Pregunta - El segundo plano de Juan el Bautista en la historia ¿se debe a que amenazaba la consideración de Jesús como un unicum?
Respuesta - Sí. He indicado ya que el respeto que se transparenta en los Evangelios por la figura del Bautista, dictado también por la altísima estima en que le tuvo el propio Jesús, es una prueba inequívoca de la buena fama que tuvo en su tiempo. Además, distintas fuentes testimonian que hubo procesos de exaltación del Bautista en algunos círculos, también entre los mandeos. Sin embargo, en efecto, en la historia reescrita por las corrientes exitosas del cristianismo, Juan queda en un segundo plano. Dado que Jesús fue convertido enseguida en una figura venerada, la importancia del Bautista tuvo que ser neutralizada, y su estatura empequeñecida para que la imponente figura de Juan no le hiciera sombra. Esto es especialmente claro en el Cuarto Evangelio, en el que la función de Juan es meramente la de ser testigo de Jesús; todo lo demás acerca de él resulta irrelevante. En la tradición cristiana, Juan ha sido convertido en un mero “precursor”, y ha quedado reducido a ser una figura más del santoral de la Iglesia Católica. Este es un enésimo ejemplo de cómo se reescribe la historia, por supuesto a manos de los vencedores y de sus escribas.

Autor
Mario Agudo Villanueva


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