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Entrevista con Nacho Ares: "El sueño de los faraones nos habla de una época de corrupción y crisis parecida a la actual"

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Nacho Ares posando con su nueva novela. Foto: María Belchi.

Nacho Ares, historiador, director de la prestigiosa "Revista de Arqueología", director del programa Ser Historia y colaborador del programa de televisión "Cuarto milenio", comenzó su trayectoria literaria con la publicación de "La tumba perdida", una novela basada en el descubrimiento de la tumba de Tutankhamon por Howard Carter. Ahora acaba de lanzar "El sueño del faraón", editado por Grijalbo, que nos lleva al Egipto del siglo XIX, lleno de intrigas, corrupción y expolio, para contarnos el descubrimiento de un famoso escondite de momias de faraones que se construyó en época de la dinastía XXI. Mediterráneo Antiguo ha querido acercarse al autor para conocer de primera mano algunos detalles de esta interesante novela. 

Pregunta - Émile Brugsch, el egiptólogo protagonista de su novela, fue un personaje real. Háblenos de él y de los motivos que te llevaron a elegirlo.
Respuesta – Lo elijo a él porque es el protagonista real de la historia que cuento en la novela. "El sueño de los faraones" relata el descubrimento del escondite de momias reales de Der El Bahari y fue él quien lo hizo. Brugsch viene de una familia con raigambre egiptológica, por denominarlo de alguna manera. Su hermano Heinrich era un afamado egiptólogo y Émile sigue un poco los pasos de su hermano. Era la mano derecha de Gaston Maspero, el director del servicio de antigüedades, que tenía a su vez a Ahmed Kamal como mano derecha. Todos son personajes reales, el círculo que forman es real y la azarosa historia que cuenta también es real.

Pregunta - ¿Qué hay de ficción y qué de realidad en “El sueño de los faraones”?
Respuesta – A pesar de que la historia es real siempre, cualquier autor, y más en una novela de estas características, tiene que añadir elementos de ficción. Yo siempre pongo el mismo ejemplo. Sabemos cómo se sucedieron los acontecimientos, pero los diálogos están inventados. En el caso de "El sueño de los faraones", la parte faraónica, la parte histórica, la que nos lleva al Tercer Período Intermedio, la Dinastía XXI, es más ficticia, aunque todos los protagonistas son reales y los personajes también, pero nos recrea un escenario que a la luz de las fuentes históricas de la época tiene todavía muchas lagunas. Por ejemplo, todavía no se sabe si el escondite de las momias se realizó en época de Pinedjem II, que es la opción por la que me decanto en la historia. También reconstruyo una serie de personajes que conocemos a través de los papiros datados en la época, en los que se reproducen los juicios a los ladrones de tumbas. Por eso aparecen nombres como Nesumontu, Paykamen y Beki queson, por tanto, personajes reales, que aparecen en los juicios que nos han llegado gracias al papiro Abbott y al papiro Mayers, que relatan los interrogatorios de los ladrones de tumbas. Eran sacerdotes del templo de Amon en Karnak, lo que nos habla de una época de corrupción y crisis parecida a la actual. 

Vista general de Deir el Bahari. Foto: Mario Agudo Villanueva
Pregunta – ¿Cómo era el Egipto del siglo XIX que retratas en tu novela?
Respuesta – El Egipto del siglo XIX mantiene quizás ese romanticismo de los primeros descubridores, a pesar de que estamos en 1881 y han pasado casi 90 desde que llegó Napoleón y dio a conocer todo el mundo faraónico a occidente. El Egipto moderno contemporáneo mantiene ese romanticismo de una sociedad muy exótica y oriental, que era el reclamo de los primeros turistas del siglo XIX. Estamos ante un gobierno de déspotas, descendietnes de la familia de Mohamed Ali, que eran una marioneta puesta por el gobierno turco, por lo que estamos ante un enorme caos de traiciones, celos, envidias… La novela refleja un poco también cómo en el siglo XIX se ve el mismo panorama económico de corruptelas que en el Tercer Período Intermedio. Es una época en la que el exotismo lo ponen los propios turistas. Aparecen los primeros grandes hoteles, como el Luxor, construido por la agencia Thomas Cook, que eran el centro de reunión de las medias y altas sociedades europeas y americanas que viajaban a Egipto para pasar sus vacaciones. Se diluían en ese mundo de fantasías, bailes orientales y demás, que también eran el lugar de encuentro de coleccionistas, arqueológos, políticos y viajeros, un ambiente muy variado que permitía el enriquecimiento y que salieran a flote las primeras grandes inquietudes sobre la conservación del patrimonio. Tenemos la idea de que estos proto-arqueólogos aventurereos no eran más que viajeros frívolos que iban a rapiñar, pero en muchas ocasiones pusieron los pilares para el nacimiento de instituciones que protegieran el patrimonio. El hecho de la existencia de estas instituciones, como el Servicio de Antiguedades, creado en 1862 por Auguste Mariette, que es como un especie de ministero de antigüedades, sirvió para hacer saltar las alarmas cuando aparecieron una serie de figuras en el mercado negro de un período histórico del que no se conocía ninguna necrópolis. Pensaron que procedía de un cementerio nuevo que había sido descubierto de manera ilegal o casual y que los propios campesinos habían sacado las piezas al mercado, como así fue. 

Nacho Ares posa con un ushebty procedente de Deir el Bahari.
Foto: María Belchi
Pregunta – Las leyendas sobre maldiciones por la profanación de tumbas de faraones son un tema muy evocador ¿qué base real tienen?
Respuesta – No hay nada real. Sí que es cierto que el Antiguo Egipto, al igual que el Egipto moderno, es muy supersticioso, y gran parte de esas maldiciones se basan en creencias populares de los egipcios de ahora. Ellos piensan que los espíritus que cuidan las tumbas son seres reales. Así aparece en el Corán, por eso es tan real para ellos. En el Corán se habla de los Djinas que son esa especie de fantasmas que están en otra dimensión separada de los ángeles, los seres humanos y los muertos y que tienen buenos y malos. Los malos serían los Affritt, que según los egipcios del siglo XIX y de ahora, porque lo siguen pensando, son los que cuidaban los monumentos, las tumbas, e impedían que nadie se acercara a ellos y los pudieran saquear. Los describen como personajes con olor muy fuerte, mucho pelo y que lanzan llamas. Este tipo de creencias, que calan muy profundo en la mentalidad de los egipcios, son las que dieron pábulo a la creación de la leyenda de la maldición de los faraones. Conocemos el caso de Tutankhamon, pero hay otros muchos, como Champollion, Belzoni, personajes de los que también se dijo que habían muerto por la maldición, pero nunca se ha constatado. Todo el mundo niega la maldición, pero cuando te pones a investigar, como se ha hecho para justificar científicamente la muerte de estas personas por parte de instituciones de gran renombre, lo que se hace es “reconocer” implícitamente su existencia.

Pregunta – El siglo XIX supuso una sangría de objetos arqueológicos en Egipto ¿se ha parado esta hemorragia o continúa habiendo un mercado negro importante?
Respuesta – Sigue habiendo, no tanto como antaño, porque la ley que prohibía la venta de antigüedades en Egipto desde 1982 es una ley que apenas tiene 30 años, pero en todo ese tiempo, tanto de forma legal como de forma ilegal, han salido muchos objetos. El comercio legal, del que casi no se habla, vendía prácticamente de todo. Muchas veces lo descontextualizamos y hablamos de saqueo, pero los egipcios lo vendieron. 

Pregunta – Hablando del presente ¿cómo ves al Egipto convulso de nuestros días?¿cómo puede influir la presidencia de Abdelfatah Al-Sisi?
Respuesta – Por desgracia en la revolución todo el mundo hablaba de la primavera árabe, de los cambios que iba a haber. Llegó Mohamed Mursi, no cambió nada, ha llegado ahora Al-Sisi y no creo que cambie nada. El país está sumido en una crisis casi permanente y es bastante complicado cambiar la mentalidad y la forma de trabajo de las instituciones de la noche a la mañana. Me lo decía un compañero italiano en Luxor, que se suponía que después de la revolución se iban a agilizar los métodos de la administración, pero no se ha mejorado nada. Además, esto ha afectado al turismo notablemente, porque han habido dos o tres años en los que apenas han llegado visitas turísticas. La primera fuente de ingresos del país es el Canal de Suez y luego el turismo. Había gente de todo tipo, los que estaban de acuerdo con los hermanos musulmanes, otros estaban a favor de Al-Sisi, como si fuera el nuevo Nasser… No sé, el tiempo dirá. Pero las excavaciones siguen el mismo ritmo. 

Autor
Mario Agudo Villanueva
 

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