El testimonio del nuevo superintendente de Pompeya, Massimo Osanna, evidencia más que nunca dónde radica el problema de este gran yacimiento arqueológico. Muchos se las prometían realmente felices con el flamante anuncio del Gran Proyecto Pompeya, una inyección económica que venía a introducir aun más veneno en el cuerpo moribundo de este recinto histórico.
Buena parte de la comunidad internacional se echó las manos a la cabeza cuando empezaron a caer los muros de Pompeya. Como parche al problema, como suele pasar en estos casos, creyeron que bastaría con una inyección económica. La situación pareció superada tras la reapertura de seis nuevas domus, pero quedó en un magnífico gesto de cara a la galería y una forma de maquillar la gran inversión realizada. Nada más lejos de la realidad, ni el problema estaba en la falta de recursos, ni la solución estaba en un plan de salvamento económico.
Andamios cerca de la Vía de la Abundancia. Foto: Mario Agudo.
Basta con haber excavado allí una sola campaña. El problema se evidencia desde la primera semana: el funcionamiento mafioso del personal de mantenimiento envenenaba la vida en el parque arqueológico. Al principio todo nos parece peculiar, el modo de actuar de los conserjes, las zonas cerradas dentro de la excavación sin razón aparente -a las que se accedía solo por favor personal- o la atención más o menos desinteresada dependiendo del incentivo. Pero si hay algo que realmente denota dónde podía estar el problema era una palabra: assemblea. Era algo así como un santo y seña mediante el cual, sin previo aviso, Pompeya quedaba cerrada a cal y canto. Escudándose en una pseudo-reunión sindical de forma casi semanal, todo quedaba en suspenso y, como se podrán imaginar, ninguno de los miles de turistas que acudían diariamente podían acceder. Háganse cargo del problema que supone. Ud, turista que ha viajado a Italia a ver una de las joyas de la arqueología, no puede acceder porque ese día los “custodes” han decidido reunirse en cónclave sindical. Ya puede dar golpes contra el cristal de la taquilla o mesarse los cabellos, que no conseguirá absolutamente nada. Le tocará darse media vuelta y volver por donde ha venido.
Precisamente quien tenía la llave del yacimiento, y hablamos de la llave literalmente, desaparecía, convirtiéndose así en una formidable herramienta de coacción a los organismos gestores de Pompeya. El cuerpo de mantenimiento de Pompeya se había enraizado como las enredaderas sobre los muros del yacimiento, y al contrario de lo que podamos pensar, esto no le daba más fortaleza, sino que lo iba descomponiendo poco a poco.
El nuevo superintendente, en un gesto que le honra, ha puesto este tema sobre la mesa y ha denunciado claramente el chantaje al que se le somete con estas asambleas. En la última de ellas, que como hemos comentado se hacen sin previo aviso a los visitantes, el sr. Osanna, tenía guardado un as en la manga: cuando los trabajadores de mantenimiento se negaron a desempeñar su labor ese día, fueron sustituidos por 50 trabajadores cualificados de una empresa estatal. Por supuesto, las amenazas no se hicieron esperar y los sindicatos actuaron por vía judicial argumentando una práctica contra el derecho de asamblea por parte de los trabajadores.
Sea cual sea el desenlace de todo esto, por fin ha quedado evidenciado el problema de Pompeya. El yacimiento está secuestrado y la solución no está en seguir inyectando dinero con grandes proyectos, sino en replantear su propio funcionamiento para evitar así que sigan cayendo muros en el silencio de días en los que Pompeya está cerrada por assemblea.
Con motivo de la celebración del tercer centenario del nacimiento del rey Carlos III, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando ha programado con el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles y la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional Autónoma de México una exposición titulada “Carlos III y la difusión de la Antigüedad”, que se celebrará simultáneamente en tres ciudades relacionadas con la actividad arqueológica y divulgadora del monarca: Nápoles, Madrid y México DF. La muestra será visitable hasta el 16 de marzo. Mediterráneo Antiguo ha querido acercarse a esta interesante muestra, en la que se combina el concepto de exposición tradicional con la tecnología más vanguardista de recreación virtual. Lo hemos hecho de la mano de su comisaria en Madrid, María del Carmen Alonso, y de Beatriz Calvo, del departamento de Humanidades Digitales de la Academia.
Espacio expositivo en la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Foto: RABASF.
Pregunta – La exposición se organiza con motivo de la conmemoración del tercer centenario del nacimiento del rey Carlos III, hijo de Isabel de Farnesio y nieto de María de Médicis, por tanto, vinculado a dos familias con una tradición relacionada con el arte desde el Renacimiento ¿marcó este pasado el interés del rey por la arqueología?
María del Carmen Alonso – Sí, estoy totalmente segura. Sobre todo en España, donde Isabel de Farnesio y Felipe V están comprando la colección de escultura clásica de Cristina de Suecia para instalarla en el palacio de La Granja. Él participa de ese ambiente familiar. Una vez que llega a Parma tiene acceso a todas las colecciones Farnese. Cuando conquista Nápoles se lleva allí muchos objetos, lo único que no puede llevarse es la colección que estaba en Roma porque no le conviene enfrentarse, lógicamente, al Papa. Estoy convencida de que la tradición familiar pesa mucho. Otra cosa más, cuando se descubre Herculano escribe a su madre y ella se interesa por los hallazgos, apoya la iniciativa de su hijo, le interroga por la evolución de las excavaciones y reclama novedades sobre ellas, por tanto, hay un interés familiar innegable.
Carlos III participa del ambiente familiar de interés por el arte, especialmente de Isabel de Farnesio.
Pregunta – Carlos III llevó a Nápoles a los mejores restauradores, pero también era consciente de la importancia de la difusión. Creó una imprenta real para editar los famosos volúmenes de La antichità di Ercolano ¿podemos decir que estamos ante uno de los primeros gobernantes comprometidos con el patrimonio?
MCA – Él se lo encuentra de casualidad, tal y como publica Félix Fernández Murga, cuando los ingenieros militares le informan de que salen restos arquitectónicos de los pozos de Herculano. Al principio hay cierta reacción de burla en la corte, fundamentalmente formada por españoles, a los que ese contexto arqueológico les resulta muy extraño. Parece una rareza, pero los ingenieros insisten y es cuando se ponen en marcha las excavaciones de forma oficial. Su relación con el patrimonio es muy gradual. He investigado mucho sobre esta cuestión en los archivos de Nápoles y Simancas. Es un proceso que se va gestando a medida que se desarrollan las excavaciones, por la abundancia de los yacimientos, pero también por su rareza. Comienzan a aparecer objetos de la vida cotidiana como panes, agujas para hacer redes, instrumentos quirúrgicos, algo que no aparecía en otros lugares… Esta riqueza le lleva a dejar de pensar en decorar sus palacios y a impulsar la idea de montar el museo, pero siempre bajo la perspectiva del monarca ilustrado.
Espacio expositivo en México. Foto: RABASF
Pregunta – Otro aspecto verdaderamente significativo es que Carlos III no trasladó ninguna pieza original desde Nápoles a España, sino que encargó vaciados de yeso -algunos de los cuales pueden verse en la exposición-, para contribuir a la divulgación de los hallazgos ¿a qué se debe, en su opinión, esta postura?
MCA – La mentalidad de proteger el patrimonio local es propia de la Revolución Francesa. Carlos III, pese a lo que se ha apuntado generalmente, no considera que los hallazgos arqueológicos fuesen patrimonio público ni del pueblo, para él eran exclusivamente suyos. Por eso también prohíbe dibujar a los visitantes al museo, no quiere que se publique absolutamente nada que esté fuera de su control, quiere tener la exclusividad. Es una visión nacionalista de la arqueología: yo excavo, yo lo pago, yo difundo. Eso se ve muy bien en su correspondencia con Bernardo Tanucci. Es más, hay una carta en la que le dice a Tanucci que todo lo que hay allí es de él y de su hijo y dispondrá de ello como le parezca. Sabe que si comienzan a salir cosas de allí, habría tal presión internacional por conseguir objetos de las excavaciones -como pinturas de Herculano, por ejemplo- que se hubiera venido abajo todo su proyecto. Es muy reacio a que se traigan restos a España. De hecho no se trae nada, solo una cajita de cenizas del Vesubio. También manda comprar antigüedades en Roma a Camilo Paderni para no tener que traer nada de Nápoles.
Carlos III, pese a lo que se ha apuntado generalmente, no considera que los hallazgos arqueológicos fuesen patrimonio público ni del pueblo, para él eran exclusivamente suyos.
Pregunta – Los hallazgos de Pompeya, Estabia y Herculano y la labor divulgadora de Carlos III contribuyeron a afianzar el Neoclasicismo, pero también impulsaron los estudios arqueológicos de la España árabe y de las ruinas mayas ¿En qué medida fue Carlos III impulsor de los estudios artísticos en América?
MCA – En gran medida. Eso se puede ver en la exposición que hay en el Museo Arqueológico Nacional, comisariada por Miguel Luque, donde se explica muy bien toda la fase de descubrimientos en América orientada a convertirse en gabinete de historia natural. Carlos III hace aquí lo mismo que hace en Nápoles, pero evidentemente con otro contenido. Si en Nápoles había excavado, montado un museo e invertido grandes cantidades en la edición de La antichità, en otros lugares es consciente de que ningún yacimiento va a tener las mismas características de Herculano. Monta el mismo proyecto, pero con contenido diferente. Se dan reales órdenes para que desde todos los lugares de ultramar comiencen a mandar colecciones de botánica, zoología y minerología para montar un gran museo, cuyo edificio fue encargado a Juan de Villanueva y Floridablanca. Sabía que con arqueología no podía empatar al mundo culto europeo, así que tira de sus territorios en las Indias para crear un museo, una academia de ciencias y hacer la publicación de todas esas colecciones de historia natural. Luego viene la Guerra de la Independencia y ese proyecto se va al traste, cuando los franceses ocupan el edificio del Museo del Prado, que todavía estaba en construcción.
Respecto a los estudios árabes, hay que recordar que Carlos III estuvo con la familia en una visita en la Alhambra, antes de marcharse a Nápoles. Por tanto, él había conocido de muy joven todo ese legado andalusí. La decisión de editar las antigüedades árabes es la misma que la decisión de crear La antichità di Ercolano. De hecho, cuando encarga su elaboración, señala que va a ser igual que la de Herculano. Es una mentalidad propia del rey.
Pregunta – Teniendo en cuenta estos factores positivos ¿a qué achaca usted la mala opinión que Winckelmann, fundador de la arqueología clásica, tuvo tanto de Alcubierre como de Paderni?
MCA – Winckelmann se mete sobre todo con Alcubierre. En la carta al conde Brull dice de él que tenía que ver tanto con las antigüedades como la luna con los cangrejos. Winckelmann no tiene acceso a la documentación acumulada desde 1738 en la Secretaría de Estado. Los partes diarios de excavación se convertían en un parte semanal que se enviaba al ingeniero superior y luego al secretario de estado. No puede acceder a esa información, lo que le genera malestar. Además se relaciona con Paderni, que estaba a su vez en conflicto con los ingenieros militares sobre el modo de llevar a cabo la excavación. Los militares decían que tenían que ser ellos, porque tenían una experiencia dilatada, pero Paderni decía que debían ceñirse a seguir directrices. Es ahí donde surge el conflicto. También en que los ingenieros militares eran muy estrictos. Winckelmann llega con la idea de querer publicar todos los hallazgos y se encuentra con las puertas cerradas. Como no podía meterse con el rey, ataca a Alcubierre. Personajes notables de Nápoles defienden la actuación de los militares y afirman que no son expertos en antigüedades, pero que no han sido llamados por su conocimiento de la materia, sino por su habilidad para cavar galerías largas bajo tierra. Las críticas de Winckelmann son tremendamente parciales a la luz de la documentación existente. Se pueden comparar las excavaciones a las que asiste Winckelmann como anticuario del Papa en Roma y las excavaciones de Herculano. Cuando Winckelmann es anticuario, cargo en el que tenía la responsabilidad de gestionar las excavaciones en Roma, nos encontramos con mucha menos información que la que se publicó en relación con Herculano, me remito, por tanto, a lo que ha quedado de unos y de otros testimonios.
Las críticas de Winckelmann son tremendamente parciales a la luz de la documentación existente. Se pueden comparar las excavaciones a las que asiste Winckelmann como anticuario del papa en Roma y las excavaciones de Herculano.
Pregunta – Uno de los aspectos más novedosos de la exposición es su simultaneidad, lo que requiere un apoyo técnico basado en las tecnologías más vanguardistas de recreación virtual. De la misma manera que Carlos III con sus moldes de yeso contribuyó a difundir la Antigüedad en Europa y América, las imágenes virtuales pueden poner sobre la mesa una nueva manera de entender las exposiciones, interconectando colecciones de diferentes países ¿cómo está funcionando esta iniciativa?
MCA – La idea inicial, en la que llevábamos trabajando bastante tiempo con el Museo Arqueológico de Nápoles, era hacer una exposición entre ambos. Se barajaba la posibilidad de traer algún original y confrontarlo con los yesos. Hay interesantes diferencias entre ellos, puesto que cada uno ha seguido su propia evolución. A veces el yeso se parece más a la estatua recién excavada que al original, por lo que habría sido interesante. Pero cuanto contactamos con México, que tenía la parte final de la colección, nos dimos cuenta de que el movimiento de piezas no iba a ser posible y pensamos en otra opción. Dado que en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando contamos con el Laboratorio de Humanidades Digitales, con Nestor Marqués y Beatriz Calvo, decidimos complementar la muestra con recreaciones virtuales, de las que os podrá hablar mejor Beatriz Calvo, del propio Laboratorio.
A veces el yeso se parece más a la estatua recién excavada que al original, por lo que habría sido interesante.
Pregunta – ¿Qué retos plantea una exposición de este tipo a nivel tecnológico?
Beatriz Calvo – Un proyecto de este tipo tiene retos y complicaciones, pero nos han dado muchas facilidades en Nápoles y las conclusiones han sido al final más que positivas. Lo más difícil era poder hacer la fotogrametría de piezas que no habían estado expuestas, sobre todo por su ubicación en almacenes. Finalmente nos dieron la posibilidad de hacerlo al ser una exposición conjunta. A nivel tecnológico, lo más complicado era la reproducción física del 3D. En cuestiones de fotogrametría no teníamos mucha complicación, pero sí en la parte de la impresión 3D y el posterior vaciado en yeso, que es lo que estábamos llevando a cabo para la muestra. La otra complicación tecnológica era pensar en la parte museográfica. Cómo esas piezas impresas en 3D se colocaban o se adaptaban a nuestros modelos en escayola para plantear el discurso expositivo.
Pregunta – ¿Y qué posibilidades abre el universo digital en el ámbito de las exposiciones?
BC – Museográficamente se abre una nueva vía. Primero, por el abaratamiento de costes, pues no siempre se tienen los medios para traer las piezas. Segundo, a nivel de conservación, ya que al no mover el original, no se pone en riesgo y no se deteriora. Incluso se puede pensar en crear exposiciones virtuales en espacios virtuales. Por otro lado, al hacer la fotogrametría surgieron posibilidades de investigación, porque al superponer originales con moldes vemos que se han producido variaciones, como hemos comentado. El proyecto nos ha dado muchas alegrías.
La Sociedad de Estudios Clásicos de Alicante, Castellón y Valencia y la Generalitat Valenciana organizan el Congreso Internacional “Aristóteles, clave de bóveda de la cultura occidental”, que tendrá lugar en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Valencia los días 23 y 24 de marzo de este año 2017. Se trata de una cita de gran interés para profundizar en el estudio de uno de los pensadores cuyo legado ha resultado más decisivo en la configuración del llamado humanismo occidental, que ancla sus raíces en los siglos XII y XIII, cuando la Europa medieval comienza a despertar al pensamiento clásico (1).
Busto de Aristóteles en Roma, Palazzo Altemps. Foto: Wikimedia Commons.
El legado aristotélico, que en el siglo XII europeo se reducía a su obra lógico-metodológica, el Organon; desborda en el siglo XIII en su dimensión humana con la traducción del De anima de Abu Ali al-Husayn ibn Abd Allah ibn Sina, conocido en occidente con el nombre latinizado de Avicena, que había entrado en el viejo continente desde Toledo gracias a la traducción de Domingo Gundisalino; aunque en esta difusión también tienen un peso muy destacado los comentarios árabes a la obra aristotélica de Abu l-Walid Muhammad ibn Ahmad ibn Muhammad ibn Rusd, el cordobés Averrores (2).
Retrato de Avicena en un vaso de plata. Museo Mausoleo de Avicena, Hamadán, Irán. Foto: Museo de Avicena.
Avicena (Bujará, Gran Jorasán, 980-Hamadán, Irán, 1037) conoció desde muy joven los comentarios que al-Kindi (m. 870) y al-Farabi (m. 950) habían realizado del De anima de Aristóteles a partir de unas traducciones llevadas a cabo durante la segunda mitad del siglo IX por Hunayn b. Ishaq, que lo había hecho del griego al siríaco, y por su hijo, Ishaq b. Hunayn, que lo había traducido del siríaco al árabe (3). Ambos personajes eran figuras principales de la escuela de traductores cristianos de lengua siríaca que, bajo el dominio de los califas abásidas de Bagdad, emprendieron la traducción sistemática del griego al siríaco, y de este al árabe -o directamente del griego al árabe-, tanto de las obras de Aristóteles como de otros autores de la Antigüedad (4).
La figura de Avicena resulta indispensable para entender la expansión del pensamiento aristotélico en la Europa bajomedieval
Las escuelas neoplatónicas en Siria
El neoplatonismo, impulsado desde el siglo III por Plotino, que había sido discípulo de un enigmático personaje llamado Amonio, apodado Sakkas, se había consolidado con Porfirio, discípulo decisivo en la divulgación de las obras del maestro y, a través de las suyas propias, del pensamiento de Platón y Aristóteles (5). La escuela neoplatónica arraigó en Atenas, pero también había otros centros de interés en Alejandría, Nísibis, Edesa y Harrán (6), estas tres últimas localizaciones en la cabecera del Éufrates, en el sureste de Turquía, en la zona fronteriza con Siria.
Las escuelas neoplatónicas de Siria resultan de gran interés en el contexto de este artículo, pues ponen de manifiesto una importante difusión de la obra aristotélica en Mesopotamia en los siglos VI, VII y VIII. Del arraigo del neoplatonismo en Oriente Próximo da crédito también la escuela de Apamea, fundada por Jámblico de Calcis (s. III-IV), discípulo de Porfirio, que otorgó un sentido más teológico a esta corriente filosófica, especialmente a partir de Proclo (7); así como la existencia de al menos dos vidas de Aristóteles escritas en siríaco, basadas en una obra anterior atribuida a Ptolomeo Chennos –al-Garib, en árabe-, llamada Vita de Ammonio, en la que se basaron las biografías del filósofo macedonio escritas por Ibn al-Nadim (m. 995), al-Mubassir ibn Fatik (s. XI), al-Qifti (m. 1248) e Ibn Abi Usaybia (m. 1270) (8).
La cabecera del Éufrates -actual frontera entre Turquía y Siria- se convirtió en una inagotable fuente de centros de estudios neoplatónicos, entre los que destacaron Edesa, Nísibis, Quennersin y Harrán.
Estas vidas siríacas de Aristóteles se han asociado con la escuela de Quennersin, en la región de Alepo, donde a mediados del siglo VII enseñaba la doctrina del macedonio el obispo Severo de Sebokht, nacido en Nísibis; así como también con la escuela de Edesa, en la que destacaba Santiago de Edesa, metropolita de esta ciudad. Algunos autores, que les atribuyen una fecha más temprana, las han vinculado con el mismo Probo (siglo V) o con Sergio de Resaina (siglos V-VI), actual Ras al-Ayn, en la región de al-Hasakah (9).
Ubicación de las escuelas neoplatónicas de Edesa, Harrán, Nísibis y Quennesrin. Foto: elaboración propia sobre Google Earth.
En el año 529 se produce un acontecimiento decisivo: la promulgación del Codex Iustinianus se salda con el cierre de la escuela neoplatónica de Atenas. El único testimonio histórico que tenemos de esta decisión, aparte del texto de la ley, es el del cronista bizantino Juan Malalasen su Cronographia. Como consecuencia de esta decisión, Damascio, por aquel entonces diádoco de la escuela oriundo de Damasco, huye junto con seis de sus discípulos, entre ellos el cilicio Simplicio, y se exilian en Persia, tal y como revela el testimonio del escritor bizantino Agatías (10). Su destino, según los estudios de Tardieu, sería la ciudad de Harrán, un lugar en el que merece la pena detenerse.
Harrán: la fecunda comunidad de los sabeos
La ciudad de Harrán, también conocida como Carras o Carrhae, era un importante núcleo de comunicaciones, crisol de pueblos, como la no muy lejana Palmira, en la que vivía la comunidad de los sabeos, que eran seguidores de una religión politeísta de origen semítico. La población era mayoritariamente local, pero tras la conquista de Alejandro Magno se había establecido una elite helena a través de la que se había generado un fuerte nexo con el mundo cultural griego. Con el fin de evitar la persecución tras la llegada del Islam, los harranitas se autoproclamaron sabeos, de manera que pudieran acogerse a la condición de ahl al-kitab, gentes del libro (11).
Casas típicas de adobe en forma de colmena de la actual Harrán. Foto: Wikimedia Commons.
Las divinidades sabeas fundamentales eran los planetas, intermediarios entre la divinidad y los hombres, aunque parece ser que existía una divinidad superior, el dios lunar Sin. En Harrán había templos de formas particulares, erigidos a los siete planetas, tal como se ha demostrado en las ruinas del mismo periodo de Sumatar Harabesi, cerca de la antigua Edesa. Cada templo reflejaba las ideas propias de la época que relacionaban cada planeta con un color determinado, un metal peculiar con el que se fabricaba la estatua de la divinidad y un día de la semana. El orden de los templos era conforme a las supuestas posiciones de cada planeta con respecto a la Tierra y, además, estaban orientados astronómicamente según su advocación correspondiente (12).
La comunidad de sabeos de Harrán jugó un papel fundamental en la traducción de obras griegas al siríaco y al árabe
Es en esta comunidad, depositaria de la inmensa tradición de estudio e investigación de la región mesopotámica, en la que, según la tesis de Tardieu, se instalaron los filósofos de la escuela neoplatónica de Atenas. Su hipótesis se basa en el análisis de la crítica que Simplicio dirige a la doctrina cosmológica maniquea en su Comentario al Manual de Epícteto. Para elaborar su refutación, Simplicio contacta directamente con un interlocutor maniqueo que solo podía hallarse en Harrán, que seguía siendo un importante centro pagano-platónico (13). Esto explicaría la insistencia con la que los autores cristianos de lengua siriaca y árabe se burlan de la escuela de los “helenos” de Harrán, rival en cualquier caso de la escuela vecina de los “persas”, instalada en Nísibis, la una pagana, laica y filosófica; la otra nestoriana, eclesiástica y teológica (14).
Miniatura que muestra a Aristóteles enseñando para ilustrar el texto de la Kitab na’t al-hayawan, un bestiario atribuido a Jabril ibn Bukhtishu y datado en el año 1220. Procede de un monasterio de Mesopotamia. Foto: British Library, Londres.
Todavía en el siglo X, cuando el historiador y geógrafo árabe Abu al-Hasan Ali ibn al-Husayn ibn Ali al-Masudi, da testimonio de la ciudad en su obra Munug al-dahab wa macádin al-gauhar, sigue habiendo resonancias neoplatónicas en esta comunidad: “yo he visto en Harrán, sobre la aldaba de la puerta del lugar de reunión de los sabeos, una inscripción en caracteres siríacos, tomada de Platón. Allá me ha sido explicada por Málik b. Uqbún y otras personas de la misma secta: “Aquel que conoce su naturaleza deviene dios”. Es Platón el que dice también: “El hombre es una planta celeste. En efecto, el hombre se asemeja a un árbol vuelto del revés, en el que la raíz está vuelta hacia el cielo y en el que las ramas desaparecen del sol” (15).
Los contactos entre Harrán y Bagdad parecen estrechos, especialmente a partir del establecimiento en la ciudad iraquí, alrededor del 901, de Thabit b. Kurra b. Marwan, matemático, astrónomo y traductor procedente de la escuela Harrán, quien fundó en Bagdad una comunidad que pronto se convierte en un importante centro de recepción y difusión de la ciencia y de la filosofía griega entre los árabes (16). Aunque la primera versión del De anima de al-Kindi es anterior al establecimiento de Thabit b. Kurra b. Marwan en la floreciente ciudad del Tigris, no parece descabellado pensar que pudo manejar traducciones al siríaco procedentes de Harrán, que era considerada como un centro filosófico de primer orden, tal y como han señalado algunos autores (17).
En definitiva, el impulso que el pensamiento aristotélico dio al emergente humanismo de la Baja Edad Media no habría sido posible sin que su obra, sumergida en la oscuridad en la teocéntrica sociedad altomedieval europea, se hubiera mantenido viva y en plena revisión por comunidades que, como los sabeos, se esforzaron por traducir, comentar y difundir buena parte del saber acumulado por el mundo griego.
Autor
Mario Agudo Villanueva
Notas
(1) RÁBADE ROMEO, S. (1995): El renacimiento intelectual de los siglos XII y XII: un humanismo medieval, en “Edad Media y mundo actual. En torno al siglo XIII europeo”. P. 33-62. Fundación Ramón Areces, Madrid.
(2) Íbidem, p. 38-44.
(3) RAMÓN GUERRERO, R. (2002): El intelecto agente en al-Farabi. Un comentario a su Epístola sobre el intelecto, en “Revista Española de Filosofía Medieval”, 9. P. 19-31.
(4) MESQUITA, A. (2008): “Vida de Aristóteles”. Madrid, Signifer.
(5) Porfirio, “Vida de Plotino”. Introducción, traducción y notas de Jesús Igal para Gredos, 1982.
(6) ZAMORA, J.M. (2003): Damascio y el cierre de la escuela neoplatónica de Atenas, en “Revista Española de Filosofía Medieval”, 10. P. 173-187.
(7) BIDEZ, J. (1919): Le philosophe Jamblique et son école, en “Revue des études grecques”, 32. P. 29-40; Jámblico, “Sobre los misterios egipcios”. Introducción, traducción y notas de Enrique Ángel Ramos Jurado para Gredos, 1997 y MESQUITA, Op. Cit., p. 100.
(8) RAMÓN GUERRERO, R. (2016): Cuatro vidas árabes de Aristóteles, en “Anales del Seminario de Historia de la Filosofía”, v. 33, nº 2. P. 689-711.
(9) MESQUITA, A. (2008): “Vida de Aristóteles”. Madrid, Signifer.
(10) Sobre el cierre de la escuela de Atenas y la diáspora de sus filósofos puede consultarse ZAMORA, J.M. (2003): Damascio y el cierre de la escuela neoplatónica de Atenas, en “Revista Española de Filosofía Medieval”, 10. P. 173-187; FERNÁNDEZ, G. (1985): “Justiniano y la clausura de la escuela de Atenas”, en Erytheia, Il.2., p. 24-30; y FERNÁNDEZ, G. (1987): “La escuela filosófica de Alejandría antre la crisis del año 529”, en Erytheia, 8.2., p. 203-207.
(11) BOSWORTH, C.E.; VAN DONZEL, E; HEINRICHS, W.P. y LECOMTE, G. (1995): “The encyclopaedia of Islam”. E.J. Brill, Leiden.
(12) BELMONTE, J.A. (1999): “Las leyes del cielo”. Madrid, Temas de hoy.
(13) MOMIGLIANO y otros (1983): Sinesio de Cirene y el neoplatonismo alejandrino, en “Cristianismo y paganismo en el siglo IV”, p. 145-170. Madrid, Alianza Editorial.
(14) TARDIEU, M. (1986): Sabiens coraniques et ‘Sabiens» de Harran, en “Joumal asiatique”, 274. P. 1-44.
(15) ESCOBAR GÓMEZ, S. (2002): “Abú Bakr Muhammad B. Zadariyyá Al Rází: Vida, Pensamiento y Obra”. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid. P. 128-129.
(16) BOSWORTH, C.E.; VAN DONZEL, E; HEINRICHS, W.P. y LECOMTE, G. (1995): “The encyclopaedia of Islam”. E.J. Brill, Leiden.
(17) MEYERHOF, M. (1930): Von Alexandrien nach Bagdad, en “Sitzunssberichte der Preussischen Akademie der Wissenschaften. Phil. Hist. Klasse, 33. p. 389-429.
Como decía Virgina Satir: “No podemos dejar que las percepciones limitadas de los demás terminen definiéndonos”. Y sin embargo, la mujer a lo largo de la historia ha estado definida por esa percepción limitada al y por el género masculino. Un peso poco desarrollado en los estudios históricos, pero que en el caso de la cultura ibera fue y es bien distinto. Se podría decir que gracias a ellas, a las damas de Elche y Baza, empezó todo.
Y de estas dos damas tan importantes, la Dama de Baza destaca sobremanera porque ha sido hallada en un contexto arqueológico determinado y documentado científicamente, siendo esencial este hecho para el devenir de una cultura que pudo comprenderse mejor a partir de este hallazgo y sus posteriores análisis.
Detalle de la Dama de Baza. Pajarillo azul. Foto: Ángel Martínez Levas. Archivo CERES. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Esta dama se localizó en el conjunto arqueológico de Basti (BIC desde 2003), que se corresponde con la ubicación del antiguo asentamiento ibero y romano mencionado en las fuentes greco-latinas. Ocupa una superficie de unas 135 Ha donde se localiza el oppidum ibero, que luego se convierte en civitas stipendaria, posteriormente en monasterio visigodo y, ya en el siglo XIV, en atalaya nazarí (cerro Cepero). Además incluye dos necrópolis de incineración (cerro del Santuario y las Viñas), una necrópolis iberorromana (cerro Largo), un santuario ibérico y un pequeño hábitat tardoantiguo además de diferentes asentamientos medievales (ADROHER et al., 2013).
Al igual que la mayoría de los grandes yacimientos de época ibera de la zona, a lo largo del siglo XX ha sufrido diferentes intervenciones. Y decimos ha sufrido porque las intervenciones de las primeras décadas de la centuria pasada dejaban mucho que desear en cuanto a información contextual y arqueológica fiable. Aun así, la fortuna estaba aliada con esta sitio, ya que fue por el verano de 1971, durante las excavaciones en la tumba 155 dirigidas por F. Presedo, cuando se realizó el hallazgo (PRESEDO, 1982).
No vamos a descubrir ahora uno de los elementos más llamativos de la cultura ibera, ni entrar en descripciones sobre la escultura ni sobre los rasgos artísticos que la definen. En este artículo vamos a profundizar en el análisis de su ajuar, que ha arrojado luz sobre la compleja organización social ibera y del importante papel que tienen las mujeres en ella.
Fue durante la excavación dirigida por F. Presedo en 1971 cuando se produjo el hallazgo en la tumba 155 de la necrópolis de Basti.
La necrópolis de Basti es un espacio funerario clásico del siglo IV a.n.e., que permite avanzar en el discurso de la jerarquía social a través de la lectura de la muerte. En ella se muestra, como en pocos sitios, la estructura de un linaje gentilicio clientelar mediante el análisis del tipo de tumba, ajuar y su disposición en la necrópolis. La asociación del tamaño y el sistema constructivo de la tumba, la cantidad y calidad del ajuar y la disposición en el espacio funerario respecto a los demás resultan muy clarificadores. Se han establecido cinco niveles o grupos sociales desarrollados en círculos concéntricos, cuyo eje central son las tumbas 155 (tumba de la dama de Baza) y 176. Su tamaño, dificultad de construcción, diversidad cualitativa del ajuar y una cierta lejanía en relación al resto son hechos diferenciadores. Todo ello queda además corroborado porque según la lectura estratigráfica de la tumba 155, esta es el punto de arranque de la necrópolis (MOLINOS y RUIZ, 2010).
Vista aérea de la necrópolis de Basti. ADROHER et al, 2013.
Esta estructura en cinco niveles representa un grupo gentilicio-clientelar prototípico de la sociedad ibera. En el cual se manifiestan la jerarquía de las armas, la desigualdad en la riqueza de ajuar -sobre todo, representado en la cerámica de importación- y el distanciamiento-proximidad entre los grupos. Los dos primeros niveles corresponden a la propia jerarquía del estamento aristocrático (que organizaba el espacio funerario alrededor de ellos), mientras que los dos últimos niveles eran los clientes (MOLINOS y RUIZ, 2010). Dentro de estos niveles, el tercero muestra un aspecto llamativo: la ausencia de armas respecto a los niveles aristocráticos. Este hecho viene a indicarnos una desvinculación de los dos grupos predecesores que tendrían la guerra y la presencia de armas como aspectos definitorios. Al igual pasa con los grupos denominados clientelares, cuya diferencia de uno y otro radica casi exclusivamente en la relación espacial (MOLINOS y RUIZ, 2010).
La necrópolis de Basti es un espacio funerario clásico del siglo IV a.n.e., que permite avanzar en el discurso de la jerarquía social a través de la lectura de la muerte.Presenta tumbas de cinco grupos sociales que representan un grupo gentilicio-clientelar prototípico de la sociedad ibera.
Una vez más, la muerte nos ofrece cómo es el panorama de los vivos, con una exhaustividad casi determinante para establecer lecturas históricas fiables. Y dentro de esta lectura de la muerte, la dama de Baza encarna un papel principal poniendo el foco en la arqueología de género y en el estudio de la mujer dentro de una sociedad que contaba con ellas, a pesar de que la propia historia ha querido ocultarlas.
Esquema de estructura de la necrópolis de Baza. MOLINOS y RUIZ, 2010.
Una de las cuestiones más trabajadas en los últimos análisis funerarios iberos ha sido poder establecer las diferencias de clase y de sexo, y dentro de estos últimos, ofrecer una imagen real de la presencia y papel de la mujer en la sociedad, fuera de lo que es el ámbito doméstico. A través del ritual funerario, la identidad de la mujer queda más definida si cabe que en los espacios de hábitat, ya que deben hacerse una serie de acciones que tienen un reflejo muy claro en el registro arqueológico.
Las tumbas femeninas quedan claramente diferenciadas de las masculinas por elementos muebles tales como fusayolas, tensadores, plaquitas de hueso o agujas (RÍSQUEZ y GARCÍA, 2012). Una delimitación o definición que queda más o menos clara, pero que se diluye en las tumbas principescas o de mayor rango, sobre todo, en las que tanto individuo femenino como masculino comparten tumba. Este hecho se debe a que prevalece la diferenciación de estatus sobre la de sexo, estableciéndose como básico una presencia mayor de cerámica ática o de importación frente a la marginalidad de elementos femeninos.
Una de las cuestiones más trabajadas en los últimos análisis funerarios iberos ha sido poder establecer las diferencias de clase y de sexo, y dentro de estos últimos, ofrecer una imagen real de la presencia y papel de la mujer en la sociedad, fuera de lo que es el ámbito doméstico.
El caso de la tumba 155, que albergó la Dama de Baza, es muy singular. Junto a ella apareció un rico ajuar, compuesto por broches de cinturón, aros de bronce, fíbulas, fusayolas (pesas de telar) y un excepcional conjunto cerámico, totalmente personalizado con motivos vegetales y ricas policromías. También aparecieron un elevado número de armas, todas ellas inutilizadas siguiendo el ritual ibérico de cremación.
Ajuar de la tumba 155 de Basti, en la que apareció la Dama de Baza
Fue esta presencia de armamento lo que llevó a pensar en la existencia de un personaje masculino, un guerrero, que fue enterrado, rodeado de honores, junto a una estatua dedicada a la Diosa Madre. Sin embargo, los avances en las técnicas arqueométricas y de análisis -más profundos y comparativos- permitieron conocer más sobre la propiedad de la tumba. Se estudiaron los elementos de ajuar asociados a ella y se analizó el hueco usado para las cenizas, lo que permitió confirmar un uso similar en la Dama de Elche. Pero fue el estudio de los huesos el que significó un antes y un después en la interpretación arqueológica asociada al mundo de la muerte y el género: el análisis antropológico mostró que los restos pertenecían a una mujer (y no a un guerrero masculino), en torno a unos treinta años (CHAPA y IZQUIERDO 2011).
El análisis antropológico mostró que los restos pertenecían a una mujer (y no a un guerrero masculino), en torno a unos treinta años.
La estatua de la dama de Baza se entiende, por tanto, como reflejo de una mujer perteneciente a la elite de la sociedad, inmersa dentro de una política de relaciones gentilicias de carácter clientelar que, al morir, fue enterrada con todos los símbolos de honor propios de su clase y que en vida debió tener influencia sobre el resto de la población. Incluso podría estar relacionada, posiblemente, con el culto a la diosa madre propio de los pueblos íberos (CHAPA y IZQUIERDO 2011).
Bibliografía
ADROHER, A.; CABALLERO, A. y SALVADOR, J.A. (2013): “Una historia de las investigaciones en Basti (Baza, Granada).” En Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, 23. Páginas 265-291.
CHAPA, T. e IZQUIERDO, M.I. (2011): “La Dama de Baza en la historia de la investigación de la Cultura Ibérica”. En Arqueología y género: mujer y espacio sagrado: haciendo visibles a las mujeres en los lugares de culto de la época ibérica, 68-87. Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad.
PRESEDO, F. (1982): “La Necrópolis de Baza”. En Excavaciones Arqueológicas en España, 119 Madrid.
RÍSQUEZ, C. Y GARCÍA, M.A. (2012): “Identidades de género y prácticas sociales en el registro funerario ibérico. La necrópolis de El Cigarralejo.” En PRADOS, L. (Ed.) La arqueología funeraria desde una perspectiva de género. Colección estudios Universidad Autónoma de Madrid, 145. Páginas 257-276.
MOLINOS, M y RUIZ, A. (2010): Del Hipogeo de Hornos a la Cámara de Toya”. En RODERO, A. y BARRIL, M. (Eds.) Viejos yacimientos, nuevas aportaciones. Ministerio de Cultura y Museo Arqueológico Nacional.
Autor
Manu Torres, arqueólogo y gerente del Centro de Interpretación de las Tumbas Principescas de Toya y Hornos.
El Danubio es uno de los ríos más importantes de Europa. Su carácter estratégico es evidente, tanto por su longitud como por su ubicación entre Europa central, Europa del Este y Asia Menor. Alejandro Magno emprendió una campaña al norte de Macedonia antes de cruzar el Helesponto para asegurar su retaguardia. Más tarde, en época romana, el río volvió a tener una importancia estratégica fundamental. David Soria Molina acaba de publicar “BELLUM DACICUM. Geopolítica, estrategia y conflicto en el Danubio bajo Domiciano y Trajano (85-106 d. C.)”, editado por Signífer, un interesante estudio sobre la campaña que estos dos emperadores romanos emprendieron contra los dacios. Hemos querido conocer de mano del autor un poco más sobre este importante río europeo, de tanta influencia en la historia del Mediterráneo.
Templos de Sarmizegetusa Regia. Foto: Wikimedia Commons.
Pregunta – El Danubio ha sido desde la Antigüedad una tierra de frontera. Las primeras campañas de Alejandro se centraron en llevar la frontera de Macedonia hasta este río para liberar la presión de los tracios. Describa brevemente su importancia estratégica.
Respuesta – Antes de valorar otros aspectos, debemos de tener en cuenta que el Danubio ha sido y continúa siendo la arteria comercial más importante del Continente europeo. Este río enlaza las redes del Rin y Centroeuropa, así como la crucial ruta del ámbar procedente del Báltico, con el Mar Mediterráneo a través del Mar Negro. En este último, además, el Danubio conecta directamente con múltiples rutas mercantiles procedentes de las estepas pónticas, el Cáucaso y Asia Menor. En este sentido, el principal valor estratégico del Danubio radica en su potencial económico y comercial. Además, como espacio de frontera, el Danubio constituye una barrera geográfica formidable: con un caudal imponente y una anchura cercana los 1.000 m en algunos puntos, este río supone tanto un hito geográfico como un obstáculo muy difícil de superar para invasores de cualquier tipo en cualquier periodo histórico.
Brazalete de oro datado entre el siglo I a.C. y el siglo I d.C. Procedente de Sarmizegetusa. Foto: Wikimedia Commons.
El principal valor estratégico del Danubio radica en su potencial económico y comercial. Además, como espacio de frontera, el Danubio constituye una barrera geográfica formidable
Pregunta – Los dacios tejieron una interesante red de socios, aliados y vasallos que les convirtió en un pueblo realmente interesante ¿hasta qué punto fueron una amenaza para Roma?
Respuesta – La red de alianzas construida por el Estado dacio durante el s. I d.C. o “entente dácica” constituyó una amenaza directa a gran escala para el poder romano. En primer lugar, implicaba la actuación coordinada y conjunta de una serie de potencias de primer orden de la Europa central y oriental en contra de los intereses romanos. En segundo lugar, suponía una alteración grave de las redes de alianzas y clientelas cuidadosamente construidas y mantenidas por el Imperio romano en la región desde su afianzamiento en la Europa danubiana. Una distorsión en esta estructura suponía siempre una amenaza directa para Roma, al negarle el control geopolítico de su entorno inmediato, pues implicaba una amenaza bélica en potencia que, generalmente, solía traducirse en hostilidades directas. Finalmente, la “entente dácica” giró en torno al reino dacio, una entidad estatal dotada de instituciones avanzadas, capaz de competir directamente con el Imperio romano en la Europa danubiana. Coordinada por el Estado dacio, esta entente de socios, aliados y vasallos tenía capacidad suficiente tanto para dinamitar la hegemonía romana en la región, como para desplazarla territorialmente de la misma.
La red de alianzas construida por el Estado dacio durante el s. I d.C. o “entente dácica” constituyó una amenaza directa a gran escala para el poder romano.
Pregunta – Dos emperadores, Domiciano y Trajano, tuvieron que emplearse a fondo para someter a los dacios ¿cuáles fueron las principales dificultades que tuvieron que afrontar?
Respuesta – Los problemas que tuvieron que afrontar Domiciano y Trajano fueron, en resumen, muy similares, siendo la evaluación correcta de la amenaza y las estrategias empleadas para confrontarlas las principales diferencias. Domiciano hubo de enfrentarse a la “entente dácica” en el apogeo de su poder, cuando esta era plenamente capaz de golpear simultáneamente en diferentes sectores del espacio danubiano. A pesar de perder la iniciativa en el conflicto, el mérito de este emperador radicó no sólo en ser capaz de gestionar la situación bélica sin sufrir pérdidas territoriales, sino en debilitar seriamente el ala occidental de los aliados del Estado dacio, las tribus germánicas de cuados y marcomanos, cuya capacidad para amenazar directamente a Roma per se quedó totalmente neutralizada. Por su parte, Trajano heredó de Domiciano un buen conocimiento estratégico y geopolítico de la situación y de los problemas que permanecían activos. De este modo, este emperador pudo no solo asumir y conservar la iniciativa de la contienda, sino planificar sus campañas con la conquista, la destrucción del Estado dacio y la restauración de la hegemonía romana al norte del Danubio como objetivo prioritario.
El curso del Danubio. Fuente: Wikipedia.
Pregunta – Aparte de las montañas de Dacia, la guerra se extendió a otros territorios ¿podría hablarnos, por favor, de los escenarios del conflicto?
Respuesta – En efecto, el territorio dacio supuso sólo una parte del escenario del conflicto. Las aspiraciones del Estado dacio y sus aliados orientales para hacerse con buena parte de Mesia Inferior extendieron la confrontación a esta provincia en múltiples ocasiones, teniendo los enfrentamientos navales por el control del Danubio, sus afluentes y las costas occidentales del Mar Negro un papel fundamental. Al oeste de los Cárpatos, la intervención de los aliados y clientes germánicos del reino dacio y del Imperio romano llevó la guerra hasta las actuales República Checa y Eslovaquia. Las invasiones de cuados y marcomanos y, posteriormente, de los sármatas yácigos en Panonia durante la guerra marcománica de Domiciano llevaron los enfrentamientos hasta esta provincia romana para extenderla posteriormente también hacia la llanura húngara. En síntesis, la mayor parte de la Europa danubiana, junto con las costas occidentales del Mar Negro y el extremo occidental de las estepas pónticas, se vieron afectadas de forma directa por las guerras dácicas de Domiciano y Trajano.
Portada del libro
Pregunta – ¿Se operó algún cambio en el funcionamiento del ejército romano como consecuencia de las guerras dácicas?
Respuesta – Desde el punto de vista táctico y estructural, las guerras dácicas supusieron un amplio “campo de pruebas” para un proceso de transformación que ya estaba en marcha en el ejército romano desde mediados del s. I d.C. y que, siglos después, terminaría por convertirle en un ejército fundamentado en torno a la caballería. Estas contiendas aceleraron la introducción de modelos de caballería de pesada acorazada y de choque en el ejército romano: los afamados cataphractii y su versión más ligera y versátil, los contarii, siguiendo fundamentalmente el modelo sármata. Desde el punto de vista de la panoplia, podemos destacar que las guerras dácicas impulsaron el empleo de la manica como medio para dotar al soldado de infantería romano de una armadura completa, así como el primer uso masivo, si bien restringido en el tiempo y el espacio, de cascos cónicos tipo Spangenhelm en el ejército romano. Ambas fueron medidas destinadas a contrarrestar la capacidad destructiva de la temida falx dácica.
Columna trajana, Roma. Foto: Mario Agudo Villanueva.
La mayor parte de la Europa danubiana, junto con las costas occidentales del Mar Negro y el extremo occidental de las estepas pónticas, se vieron afectadas de forma directa por las guerras dácicas de Domiciano y Trajano.
Pregunta – Una vez finalizada la guerra ¿hasta qué punto llega la romanización del territorio dacio?
Respuesta – La aristocracia político-religiosa del Estado dacio desapareció con este último, junto con la mayor parte de elementos culturales o ideológicos prerromanos y todos los centros urbanos o proto-urbanos dacios, abandonados todos ellos tras la conquista. Esta realidad parte de una misma causa: para consolidar su presencia en Dacia, el poder romano hubo de proceder a la “voladura controlada” de todos los elementos ideológicos sobre los que se había sustentado el antiguo reino dacio. La estrecha interrelación entre la ideología de Estado, la religión y la aristocracia dácicas, así como la implicación de las mismas en el fomento del conflicto con Roma, obligaron a los conquistadores a proceder a su total destrucción. En consecuencia, la nueva provincia romana de Dacia se levantó, fundamentalmente, sobre una sistemática y bien planificada afluencia de colonos procedentes de diversas regiones del Imperio que asumieron la gestión de la misma y protagonizaron una completa romanización cuyas consecuencias son más que evidentes aún hoy en día en la moderna Rumanía.
¿Qué es lo que se sabe de este manuscrito? Según los investigadores, fue escrito en el siglo III ó IV de nuestra era, quizás antes, y se quemó en un incendio que tuvo lugar aproximadamente en el año 600. Respecto al contenido, se trata, sin duda, de un fragmento del Levítico, uno de los cinco primeros libros de la biblia hebrea (y también del Antiguo Testamento cristiano) que conforman la Torá o Ley judía.
Fragmento del manuscrito calcinado de Ein-Gedi parcialmente digitalizado. Foto: http://www.cmalliance.org
Pero, ¿qué importancia tiene todo esto? Indudablemente, si a a alguien no le interesa en absoluto la historia antigua, ni la historia de las religiones, y si tampoco practica la religión judía o la cristiana, la respuesta es sencilla: no tiene la menor importancia. Pero si cumple aunque sea levemente alguna de esas condiciones, entonces puede resultar un descubrimiento interesante.
El manuscrito de En-Gedi fue escrito en el siglo III ó IV de nuestra era, quizás antes, y se quemó en un incendio que tuvo lugar aproximadamente en el año 600
La clave del problema se encuentra en el texto de la Biblia judía que, como ya se ha dicho, es también el del Antiguo Testamento cristiano. Cuando cualquiera de nosotros abrimos una Biblia, estamos leyendo una traducción a una lengua moderna de un texto original hebreo que fue redactado varios cientos de años antes de nuestra era (algunos fragmentos pueden remontarse hasta el siglo VII o VI a. C.; los más modernos, al siglo II a. C.). Es decir, todos los libros del Antiguo Testamento tienen más de dos mil años de antigüedad. Sin embargo, todas las traducciones modernas toman como base de sus traducciones no el texto original, sino un manuscrito en concreto, el Codex Leningradensis B 19A, fechado en el año 1008 y que se encuentra actualmente en la Biblioteca Pública de San Petersburgo. Dicho en otras palabras: no se traduce el texto original, sino la forma en la que el texto original se había transmitido de generación en generación, de manuscrito en manuscrito, de copista en copista, durante más de mil años. La razón de elegir este manuscrito es que se considera, en líneas generales, que es el que mejor ha conservado el texto original.
Ahora bien, hay, por supuesto, otros muchos manuscritos, con diferentes variantes, añadidos, textos más breves o más extensos de un versículo en concreto, etc., de manera que los expertos en la materia toman como base el Codex Leningradensis B 19A, pero lo comparan sistemáticamente con los demás manuscritos para poder saber, en cada caso, cuál de ellos se acerca más al texto original, del que, por desgracia, no quedan restos.
Todos los libros del Antiguo Testamento tienen más de dos mil años de antigüedad. Sin embargo, todas las traducciones modernas toman como base de sus traducciones no el texto original, sino un manuscrito en concreto, el Codex Leningradensis B 19A
Esta minuciosa labor de comparación de todas las variantes por parte de los estudiosos de la Biblia ha dado como resultado la creación de un texto original hebreo que intenta reproducir cómo debió ser el texto original. Pero, ¿cómo se puede estar seguro de que las herramientas de deducción utilizadas por los estudiosos son las adecuadas? ¿Cómo podemos saber si tienen razón o no en sus hipotéticas deducciones?
Restos arqueológicos de Qumran con el Mar Muerto al fondo. Foto: Miguel Ángel Villanueva Cristóbal
En 1948, se descubrió en el desierto de Judea, en un lugar llamado Qumran, no lejos de En-Gedi, un tesoro de unos 800 manuscritos divididos en varios miles de fragmentos. Conocidos en la actualidad como los Manuscritos del Mar Muerto, eran la biblioteca que dejó tras de sí una comunidad religiosa judía (los esenios) que vivió a orilla del mar Muerto entre el siglo II a. C. y aproximadamente el año 66 d. C., fecha en la que fue destruida por los romanos, y momento en el que escondieron sus manuscritos en las cuevas cercanas al lugar donde habitaban.
Los Manuscritos del Mar Muerto, eran la biblioteca que dejó tras de sí una comunidad religiosa judía (los esenios) que vivió a orilla del mar Muerto entre el siglo II a. C. y aproximadamente el año 66 d. C.
Aparte de textos relacionados con las reglas por las que se gobernaba el grupo esenio, horóscopos, textos apocalípticos, y otros textos de naturaleza religiosa, entre los Manuscritos del Mar Muerto hay ejemplares de todos los libros de la Biblia hebrea excepto el de Ester. Y, dada su antigüedad (unos dos mil años), son un milenio más antiguo que cualquier otro manuscrito bíblico, incluido nuestro querido Leningradensis. De este modo, los Manuscritos del Mar Muerto son la “prueba del algodón” para los científicos, porque, puesto que son más antiguos y, en principio, más cercanos al momento de redacción y han sufrido mil años menos de posibles modificaciones intencionadas -o no- por parte de los copistas, confirmarían o desmentirían las reconstrucciones hipotéticas de los científicos. Pues bien, en líneas generales, lo que se ha encontrado es que los Manuscritos del mar Muerto son muy similares a las reconstrucciones hipotéticas formuladas por la ciencia. ¡Los científicos han hecho un buen trabajo y, pese a no tener originales que se remonten al momento de redacción de los libros de la Biblia, podemos estar seguros que leemos prácticamente lo mismo que se escribió!
Y aquí entra en escena el fragmento del Levítico encontrado en En-Gedi. Según los análisis de radiocarbono, el manuscrito fue redactado en el siglo tercero o cuarto de nuestra era, aunque quizás sea anterior, incluso. Es decir, es un texto casi contemporáneo (decenios arriba o abajo) de los Manuscritos del mar Muerto, y su contenido debería confirmar, al menos en lo que se refiere al Levítico, lo dicho anteriormente: que el texto que leemos se parece mucho, si no es idéntico, al que escribió su autor en el siglo VI a. C.
El manuscrito de En-Gedi es un texto casi contemporáneo de los Manuscritos del Mar Muerto, y su contenido debería confirmar, al menos en lo que se refiere al Levítico, que el texto que leemos se parece mucho al escrito en el siglo VI a.C.
La reconstrucción ideal del texto completo de la Biblia judía es una labor prácticamente interminable que supone el análisis de miles de fragmentos y documentos de muy diferentes épocas. Es un rompecabezas en el que cada fragmento ayuda a obtener una mejor visión del conjunto. En este sentido, el manuscrito de En-Gedi es una pieza, modesta si la comparamos con los Manuscritos del mar Muerto, pero igual de importante para completar el cuadro.
Autor
Javier Alonso López, biblista, autor de una amplia bibliografía divulgativa y colaborador en diferentes medios de comunicación.
El mito de Idomeno nos muestra el destino trágico de un rey quien, obligado por su promesa a Poseidón, tuvo que sacrificar a su hijo. La carga dramática de la historia, así como su vinculación con el ciclo troyano, ha hecho que se haya convertido en uno de esos temas míticos recurrentes en el mundo artístico y literario posterior. Nos hemos querido acercar a su figura a través de Mariano Valverde Sánchez, autor del libro “El mito de Idomeneo y su tradición literaria. De la épica griega al teatro español del siglo XVIII”, editado por Signífer.
Idomeneo y Méntor. Luigi Schiavonetti (1765-1810)
Pregunta – En su opinión ¿qué tiene la Ilíada para que tanto la misma obra como conjunto como las hazañas de sus protagonistas hayan tenido tal repercusión en la literatura posterior?
Respuesta – La Ilíada es la obra que inaugura la literatura europea y también una de las más grandes creaciones literarias de todos los tiempos. Se trata de una epopeya de extensión monumental que tiene como tema de fondo la guerra de Troya. Pero, como ya señalaba Aristóteles, la excelencia del poema radica en el modo en que ha sido compuesta la narración. El poema no desarrolla los hechos legendarios a la manera de una crónica histórica, sino que se centra en un tema específico, en este caso la cólera de Aquiles, y lo trata con profundidad y amplitud de perspectiva. De ese modo, una acción tan pequeña, en realidad una anécdota situada en el décimo año de la guerra de Troya, adquiere un significado grandioso y paradigmático: la narración épica sobre el rencor de Aquiles y sus funestas consecuencias profundiza en el sentido trágico de la condición y el destino humanos. El poema nos presenta una extensa galería de personajes, dioses y héroes, griegos y troyanos, que emergen a primer plano con una gran riqueza de matices. En su mayoría los héroes iliádicos son guerreros que luchan con valor; pero al mismo tiempo reflejan vivamente los sentimientos intemporales del hombre. Figuras como Aquiles y Héctor, Agamenón, Paris y Menelao, Néstor y Príamo, Hécuba, Helena y Andrómaca, aparecen dotadas de humanidad y grandeza al mismo tiempo, y han hecho de la Ilíada un relato que apasiona e interesa al público de cualquier época.
La narración épica sobre el rencor de Aquiles y sus funestas consecuencias profundiza en el sentido trágico de la condición y el destino humanos.
Poseidón con su tridente. Placa corintia. 500-525 a.C. Procedente de Penteskouphia. Museo del Louvre.
Pregunta – Trude y Moshe Dothan sostienen que en la Odisea, donde se relata el periplo de los supervivientes de la guerra de Troya, hay un cierto trasfondo histórico que podría hacer referencia a los que conocemos como Pueblos del Mar ¿está de acuerdo?
Respuesta – En esta cuestión prefiero ser cauto. El papel histórico y la identidad misma de los llamados Pueblos del Mar es una cuestión muy discutida, sobre la que hay muchas hipótesis y pocos datos claros. Los poemas homéricos, como herederos de una larga tradición oral, conservan elementos de diferentes estratos históricos. Por una parte, reflejan el mundo de la civilización micénica. La Odisea, en concreto, describe el ambiente de los regresos de los griegos participantes en la guerra de Troya (y los conflictos originados a la vuelta de estos héroes en sus reinos, por disensiones o por vacío de poder, podrían ser una forma poética de aludir a las circunstancias que desencadenaron el derrumbe de la civilización micénica). Por otra parte, la Odisearefleja también, por ejemplo, el desarrollo de la actividad marítima (comercial y colonial) en el Egeo y más allá, hacia Oriente y Occidente, en el siglo VIII a.C. En todo caso, no debemos perder la perspectiva: la Odisea es ante todo un poema épico, no una obra histórica, y la literatura comparada nos enseña, en ejemplos como la Chanson de Roland, cómo la tradición poética ha podido deformar considerablemente los hechos históricos que estaban en la base del relato épico.
La Odisea es ante todo un poema épico, no una obra histórica, y la literatura comparada nos enseña, en ejemplos como la Chanson de Roland, cómo la tradición poética ha podido deformar considerablemente los hechos históricos que estaban en la base del relato épico.
Pregunta – Idomeneo experimenta un retorno trágico, como casi todos los protagonistas del conflicto. Debido a una promesa realizada a Poseidón, debe matar a su hijo ¿qué sentido encierra este desenlace?
Respuesta – Efectivamente, muchos de los héroes participantes en la guerra de Troya sufren desgracias a su regreso. En el caso de Idomeneo, mientras una tradición le suponía un regreso afortunado, otras fuentes hablan de un final desdichado. En unas versiones ello se debe a la traición y la usurpación de su trono. En otra versión, que será la más difundida en época moderna, a su regreso la flota de Idomeneo se vio envuelta en una tempestad y el rey prometió a Posidón sacrificar lo primero que encontrase a su llegada; al abordar en Creta fue su hijo el primero que salió a recibirle; y bien por haber ejecutado el sacrificio o por intentarlo, Idomeneo fue expulsado de su reino.
El voto imprudente que obliga al sacrificio del hijo es un tema frecuente en el cuento popular y tiene paralelos en otras culturas, como el episodio bíblico de Jefté (Jueces 11.30-40). Este tipo de leyendas quizá trataría de explicar el cese de los sacrificios humanos a partir de la propia voluntad divina, que no se complace con tales prácticas y ocasiona el castigo del temerario oferente. Por otra parte, la expulsión del soberano por una falta cuyo castigo divino afecta a la comunidad, como sucede también en el mito de Edipo, responde a la función desempeñada por la figura ritual del pharmakós, una especie de “chivo expiatorio”, que encarna una “mancha”.
Este tipo de leyendas quizá trataría de explicar el cese de los sacrificios humanos a partir de la propia voluntad divina, que no se complace con tales prácticas y ocasiona el castigo del temerario oferente.
El interés que el tema suscitó en la dramaturgia del siglo XVIII radica en el hecho de que el mito de Idomeneo entraña un conflicto de naturaleza trágica entre piedad religiosa y amor paterno; presenta al personaje ante el dilema entre el sacrificio prometido a la divinidad y los lazos naturales del amor paterno; un dilema que en la mayoría de los tratamientos adquiere también dimensión política ante las consecuencias que la actuación del rey tiene para el pueblo (el monarca debe elegir entre la vida de su hijo y la salvación de sus súbditos, entre su condición de padre y su función de rey). Se trata de un caso paralelo a otros mitos trágicos (Ifigenia, Políxena, …), donde la divinidad exige el sacrificio de una víctima inocente para el bien o la salvación colectiva.
Pregunta – Parece que es a través del Télémaque de Fénelon como la tragedia de Idomeneo adquiere fortuna posteriormente ¿podría resumir brevemente el proceso por el que la obra traspasa los límites de la Antigüedad y llega hasta el siglo XVIII?
Respuesta – El mito de Idomeneo representa un caso curioso por su itinerario un tanto oculto en la tradición. La versión que hallará fortuna en la literatura europea del siglo XVIII, con el tema del voto imprudente y el sacrificio del hijo, nos es conocida sólo a partir de un testimonio tardío (el comentarista Servio, a finales del siglo IV de nuestra era), aunque probablemente remonta a una época más antigua. Esta versión fue trasmitida luego en varios compendios mitográficos: la Genealogía de los dioses paganos (s. XIV) de G. Boccaccio, el más importante por su influencia en la cultura europea desde el temprano Renacimiento; la Historia poética de P. Gautruche y el Diccionario enciclopédico de L. Moreri, ambos del siglo XVII. Pero tanto en Servio como en los citados compendios la leyenda no sobrepasa los límites de un breve resumen. Para la fortuna posterior del mito resultó decisiva la gran influencia ejercida por el Télémaque(1699) de Fénelon, que concede amplio protagonismo a la figura de Idomeneo, y desarrolla la historia con el tema de la traición política procedente de otras tradiciones antiguas. A partir del Télémaque, obra que gozó de enorme éxito en toda Europa, el tema de Idomeneo alcanzó difusión y fue objeto de numerosas recreaciones dramáticas, en forma de tragedias y óperas, la más célebre de las cuales es sin duda el Idomeneo(1781) de Mozart.
A partir del Télémaque, obra que gozó de enorme éxito en toda Europa, el tema de Idomeneo alcanzó difusión y fue objeto de numerosas recreaciones dramáticas, en forma de tragedias y óperas, la más célebre de las cuales es sin duda el Idomeneo (1781) de Mozart.
Pregunta – ¿Se introducen variaciones sobre el mito original en sus versiones más modernas?
Respuesta – La elaboración literaria de un mito implica siempre modificaciones. La figura trágica de Idomeneo adquiere matices diversos en las distintas versiones. En algunos casos, como en Fénelon o Cienfuegos, el dolor y la caída trágica del héroe le hacen consciente de su obcecación y su imprudencia; en las piezas de Lemierre o Comella, además de remordimientos, expresa su desafección por unos dioses inexorables e injustos; y en la versión de Varesco-Mozart es redimido de su culpa. El joven príncipe es inmolado por Idomeneo en unos casos (Fénelon, Danchet-Campra, Comella); en otros (Crébillon, Lemierre) se suicida para librar al padre de la obligación y salvar al pueblo del castigo divino; mientras que la ópera de Mozart alcanza un final feliz con la instauración de un nuevo orden moral y político gracias al triunfo del amor. Un recurso característico es la incorporación de personajes nuevos. La figura del sacerdote Sofrónimo es una creación de Fénelon, que pasará a las versiones posteriores con cambios en su caracterización: de consejero leal se convierte, por ejemplo, en las tragedias españolas de Cienfuegos y Tapia, en un traidor que trata de usurpar el trono.
Determinadas variaciones en el tratamiento dependen del contexto cultural e histórico.
En la construcción de la tragedia de Idomeneo han influido también los dramas sobre el mito de Ifigenia; y así se ha introducido el motivo del oráculo, que refuerza la obligación de sacrificar al hijo, o la figura de la madre en paralelo con el personaje de Clitemnestra. Determinadas variaciones en el tratamiento dependen del contexto cultural e histórico. Las primeras versiones dramáticas (de Crébillon y Danchet-Campra) introducen el ingrediente amoroso en la trama, a la manera de la tragedia raciniana, conforme al gusto de la época. Las piezas influidas por el espíritu de la Ilustración, como las de Lemierre y Cienfuegos, denuncian el fanatismo religioso y la superstición, y en general defienden las ideas ilustradas (virtud, justicia, humanidad y ley natural).
Las impactantes imágenes del estado de destrucción del Museo de Antigüedades de Mosul, tomadas después de su liberación por las tropas iraquíes, nos han sacudido esta pasada semana. Tras más de dos años en poder de DAESH, cabía esperar este funesto resultado. No en vano, el pasado 27 de febrero de 2015, la propia organización terrorista se encargó de difundir un video en el que se veía como un contingente de sus milicianos la emprendía a mazazos y empellones con buena parte de sus colecciones. Este siniestro final parece el macabro epílogo al historial de destrucción premeditada de patrimonio en Irak y Siria, que se ha sucedido desde la proclamación del califato de Abu Bakr al-Baghdadi en junio de 2014, precisamente en Mosul. Los sitios arqueológicos de Nínive, Nimrud, Dhur Sharrukin, Hatra o Palmira han sufrido desde entonces daños irreparables y el expolio de objetos artísticos para nutrir el mercado negro del arte ha experimentado un inusitado esplendor, hasta el punto de constituir la cuarta fuente de financiación del califato.
Vista de una de las salas del Museo de Mosul. 11 de marzo de 2017. REUTERS/Thaier Al-Sudani
Sin ánimo de ser oportunistas, este frenesí destructivo pone de manifiesto la vigencia de un acalorado debate: el de la expatriación de las colecciones arqueológicas de estas zonas del mundo a los grandes museos occidentales. Buena parte del patrimonio de Nínive, Nimrud, Mosul o Dhur Sharrukin se ha salvado gracias a que está repartido, entre otros, en el British Museum, el Louvre o el Metropolitan. Como contrapunto de esta tesis cabría apuntar que durante las dos Guerras Mundiales, que se libraron en parte en el viejo continente, también se puso en serio riesgo toda esta riqueza artística. Sin ir más lejos, las esculturas de Tell Halaf fueron hechas añicos en los bombardeos sobre Berlín. Nuestro objetivo en esta reseña no es profundizar en esta controvertida cuestión, sino el de hablar de la peripecia vital de uno de los personajes que hizo posible la llegada de parte de este patrimonio a Londres, Austen Henry Layard.
Entre 1845 y 1847, Layard llevó a cabo una serie de exitosas excavaciones en Kalju, el sitio de Nimrud, que el británico confundió inicialmente con Nínive; y, en menor medida, en Cuyúnyic, lugar que, junto con Nebi Yunus, conforma el área del yacimiento de la antigua Nínive. Durante su estancia en estos enclaves, Layard sacó a la luz importantes restos del palacio de Asurnásipal I (siglo XI a.C. – Imperio Medio) y una parte del de Senaquerib (siglo VIII a.C. – Imperio Nuevo). En 1849 volvió a Cuyúnyic, donde encontró la gran biblioteca de Asurbánipal; así como también a Nínive, donde identificó su zigurat, que al principio confundió con la tumba de Sardanápalo. En esta campaña también descubrió 58 torres que marcaban el perímetro de la muralla hacia el norte y 50 hacia el este. Este mismo año salió a la luz su obra más importante: Nineveh and its Remains, editada por John Murray en dos volúmenes, seguida por un tomo de ilustraciones bajo el título The Monuments of Nineveh. En 1851, un año después de una nueva campaña emprendida por Layard en el sur, en Nippur y Babilonia, salió una versión abreviada de su obra: A Popular Account of Discoveries at Nineveh, cuya traducción al castellano por José Pellicer Mor nos ha traído recientemente la editorial Confluencias bajo el títuloNínive. Historia de los descubrimientos en Mesopotamia.
Austen Henry Layard
Esta interesante obra resulta de lectura inexcusable no solo para los amantes de la arqueología, sino también para los que quieran comprender con más profundidad la compleja situación actual del Creciente Fértil. La obra de Layard es más que un ensayo arqueológico, de hecho sus métodos, que él mismo describe, se alejan de lo que podríamos considerar la buena praxis arqueológica:
“La pequeña suma de dinero puesta a mi disposición me obligó a seguir un plan, que consistía en cavar trincheras a lo largo de las paredes de las habitaciones, para obtener bajorrelieves y esculturas, dejando sin desescombrar el centro, por lo que pocas cámaras fueron enteramente examinadas y muchos pequeños objetos de gran interés quedaron sin descubrir. Luego rellenaba las trincheras con la tierra y escombros de las siguientes, después de copiar las inscripciones y trasladar las esculturas” (p. 278).
El objetivo del investigador y aventurero británico estaba centrado en conseguir piezas de interés para trasladar al British Museum, si bien es cierto que es innegable su vocación por el estudio de las ruinas. En su trayectoria mesopotámica, Layard nos descubre las dificultades que tenía iniciar una campaña arqueológica en una zona de tan gran inestabilidad política, algo que no dista mucho de la actualidad, tal y como describe Pedro Azara, uno de los últimos españoles en pisar suelo iraquí en una campaña arqueológica (1).
Estamos en los años finales del Imperio Otomano, la Mosul que se encuentra el británico Layard está sometida a los abusos y la arbitrariedad de Mohamed Pachá, el gobernador turco de la provincia, que asfixia con sus impuestos a la población de la ciudad y sus alrededores (p. 77-78). El panorama que se encuentra es desolador:
“Las ruinas no son más que enormes montículos. La desolación se encuentra con la desolación” (p. 69).
Ante esta situación, Layard tiene que ganarse la confianza de los líderes tribales, a los que tiene ha de agasajar con regalos para garantizar la estabilidad de la excavación (p. 121), una práctica que sigue vigente, tal y como explica el arqueólogo Henry Wright, que en 1966 excavó en Ur:
“Hay que ganarse a los dirigentes locales, porque son ellos quienes proporcionan los guardas, los trabajadores y el conocimiento del lugar (1).
Excavaciones de Layard. British Museum.
A lo largo del testimonio de Layard nos damos cuenta de que el drama de la pérdida del patrimonio no es un acontecimiento actual. En 1820, antes de la visita de Mr. Rich, los habitantes de Mosul habían destruido algunas figuras de hombres y animales por indicación del ulema de la ciudad, que los consideraba ídolos (p. 59). En otra ocasión, un nativo de Selamiyah le explicó a Layard que se había utilizado a cristianos para cavar en los yacimientos de Nimrud en busca de piedras para reparar la tumba del Sultán Abd-Allah, un santo musulmán enterrado a orillas del Tigris y que además rompieron algunas figuras esculpidas para llevarse los fragmentos (p. 83). En otras ocasiones, la destrucción estaba asociada a la inestabilidad de la zona, como cuando el bey Rowandiz atacó y masacró a los yazidíes de Jerraiyah, cerca de Tel Kef, donde destruyó “un templo de piedra negra cuyas paredes estaban esculpidas y tenían inscripciones” (p. 87).
Esta inestabilidad se respira a lo largo de toda la obra y es otro de sus enormes atractivos. La composición étnica del norte de Irak y Siria es un auténtico crisol. Turcomanos, árabes, kurdos y caldeos conviven en un radio de escasos kilómetros. A estas diferencias hay que añadir las religiosas: musulmanes suníes y chiíes, cristianos nestorianos y católicos, judíos y yazidíes se miden en violentos enfrentamientos seculares que siembran la tierra de odio irreconciliable. El propio Layard nos da cuenta de la masacre perpetrada por kurdos musulmanes liderados por Beder Kan Bey en 1844 en el valle del Tiyari contra cristianos nestorianos, que fueron perseguidos y aniquilados (p. 196). Poco después, el mismo Kan Bey volvió a repetir su sangrienta peripecia en la región de Tkhoma (p. 237). Por su parte, los turcos emprendían ataques sistemáticos contra la población yadizí, que se agrupaba alrededor de Gebel Sinjar, pues los consideraban adoradores del diablo, por lo que era frecuente que los pachás de Bagdad y Mosul dieran permiso a sus irregulares para sembrar el pánico entre estas poblaciones (p. 243-244).
Recepción de las esculturas de Nínive en el British Museum. The Illustrated London News (1852).
Los propios árabes, divididos en tribus, estaban inmersos en continuos enfrentamientos. El jeque Abd-ur-rahman, de los árabes salman, le cuenta al mismo Layard que:
“Los árabes, o se sientan y sirven a su Majestad el Sultán, o comen de los otros, como otros comen de ellos” (p. 105-106).
Eran los turcos los que contrataban a ciertas tribus para frenar los continuos saqueos de los beduinos del desierto. Es el caso de los zobeide, que llegaron llamados por los turcos para contener a los tai y los shammar, que se dedicaban a la rapiña. Layard se ve obligado a visitar al jefe de estos últimos, Sofuk, al que consideraba uno de los hombres más poderosos de Mesopotamia.
Pero volviendo a los hallazgos arqueológicos, Layard tiene que ver cómo la población local no valoraba los descubrimientos que van sucediéndose. Los testimonios del británico, quizás cargados de cierta superioridad occidental, son claros. Algunos consideran que los relieves barbados son jin (p. 167), otros no los creen fruto de la mano del hombre, sino de los gigantes que poblaban la tierra antes de Noé (p. 116-117), mientras que algunos maldecían los hallazgos por ser fruto de manos infieles inspiradas por Satanás (p. 170). El peligro que corrían los yacimientos una vez excavados era importante, puesto que la población local se esforzaba por mantenerlos. El propio Layard es consciente de ello cuando visita las ruinas de Khorsabad, excavadas por el francés Botta, que estaban en un estado de deterioro imparable (p. 174).
La fragilidad de los descubrimientos es una tónica general en el testimonio del investigador británico. En una ocasión nos cuenta cómo los restos de yeso pintado adherido al adobe, que todavía manifestaban tonalidades muy ricas, se desvanecieron prácticamente de forma inmediata al ser expuestos al aire (p. 158). Otras veces, la crudeza de los métodos utilizados por el propio Layard es la que pone en peligro los hallazgos, por ejemplo cuando un grupo de trabajadores rompió una losa en pedazos al intentar extraerla de forma apresurada del suelo (p. 124). El propio Botta había dado cuenta de la fragilidad de las losas de yeso al ser desenterradas, ninguna precaución evitaba su desintegración (p. 73).
En definitiva, Nínive. Historia de los descubrimientos en Mesopotamia (Confluencias, 2016) es una obra de obligada lectura. Más allá del puro testimonio arqueológico -que a los amantes de la asiriología les sabrá a poco por el embrionario estado de los estudios sobre la materia en el momento en el que Layard inició sus excavaciones-, el texto de Layard resulta de una inestimable actualidad por cuanto que pone de manifiesto la complejidad étnica y religiosa de un país como Irak, sacudido desde 1980 por el drama de la guerra. Estamos ante un clásico de la literatura de viajes, que tantos seguidores sigue acumulando hoy en día.
Notas
(1) Azara, P. (2012): “Antes del Diluvio. Mesopotamia 3500-2100 a.C.”. Barcelona.
(2) Lawler, A. (2003): “Después del saqueo ¿qué ocurrirá con los tesoros de Iraq?”, en National Geographic. 58-75.
El Middle Kingdom Theban Project es un proyecto que tiene como objetivo examinar, excavar, restaurar y publicar algunas de las tumbas del Reino Medio (ca. 2000 a.C.) de la necrópolis de Tebas. Según nos explica su director, Antonio J. Morales Rondán “la concesión incluye dos tumbas muy interesantes, las pertenecientes al visir Ipi y al tesorero real Henenu”. En las dos campañas iniciales, en aquellos momentos bajo los auspicios de la Freie Universität Berlin, se comenzó a trabajar en la limpieza de la zona y la instalación de electricidad y puertas de seguridad en las tumbas. Además, se empezó a excavar en uno de sus patios.
En la campaña que comenzará en abril, bajo la bandera de la Universidad de Alcalá, el equipo investigador se centrará en los patios de ambas tumbas, además de limpiar de escombros la cámara del sarcófago de Ipi, que se ha encontrado in situ. Los sectores altos de ambos patios serán excavados para identificar, limitar y sacar a la luz las puertas de acceso, que se sitúan unos 75 metros abajo en la ladera, a los pies de la montaña. En palabras de Morales Rondán: “esta zona es muy interesante puesto que los egipcios de la época solían construir una capilla de culto al difunto a su entrada, de modo que los sacerdotes no tuvieran que ascender en cada uno de los rituales para su culto diario”.
Imagen de los trabajos arqueológicos del Middle Kingdom Theban Project
En la investigación participa un equipo internacional y multidisciplinar, que está formado por unos 25 miembros de diferentes países e instituciones. Este año ya cuenta con tres profesores de la UAH, Teresa Bardají (Geología), Ernesto Echevarría y Flavio Celis (Arquitectura), que van a unirse a esta expedición arqueológica. En los próximos dos años esperan contar con otros expertos de la UAH, sobre todo en los campos de la investigación del ADN, la antropología física y paleopatotología, y la arqueología. Además, se contará también con alumnos que estudien Egiptología en la UAH y puedan obtener experiencia y formarse con nuestro proyecto.
Interior de una de las tumbas
Por otra parte, como fruto del desarrollo de los estudios de Egiptología en la UAH, este año se ha puesto en marcha un programa ambicioso de estudios del Próximo Oriente antiguo, que incluye cursos de lengua sumeria, acadia y egipcia. En concreto, en mayo y junio se va a impartir un curso de introducción a la lengua egipcia y como parte de los cursos de verano se está estudiando la posibilidad de ofrecer un curso de religión, magia y medicina en el Egipto faraónico.
Es indudable que la amplia extensión de territorio que llegó a ocupar Roma a lo largo de su historia no habría sido posible sin un gran ejército. Los estudios sobre las legiones son muy numerosos, pero hoy queremos centrarnos en un aspecto muy concreto: los tipos, la simbología y la función de sus estandartes. Lo hacemos con Eduardo Kavanagh, doctor en arqueología, profesor colaborador honorario en la Universidad Autónoma de Madrid y director de la cabecera de Historia Antigua y Medieval de la revista Desperta Ferro. Es, asimismo, miembro del proyecto de investigación Resistencia y asimilación: la implantación romana en la Alta Andalucía, dirigido por el profesor Fernando Quesada, de la misma institución, en cuyo marco se estudian los yacimientos de época ibérica final del Cerro de la Cruz y Cerro de la Merced, ambos en la provincia de Córdoba, que también encontraron un hueco en nuestra web. Con él hablamos de su último libro: Estandartes militares en la Roma Antigua. Tipos, simbología y función (Anejos de Gladius, 2015).
Portada del libro
Pregunta – ¿Cuál es el origen de los estandartes romanos y qué antecedentes similares encontramos en la Antigüedad?
Respuesta – Es una pregunta bastante difícil de responder porque sobre los orígenes más remotos es precisamente sobre lo que más incógnitas tenemos, debido a la escasa información. Lo único que podemos perfilar en torno a los orígenes de los estandartes es que muy probablemente no fueran más que una especie de astiles especialmente decorados que sirvieran a modo de indicativos del lugar que ocupaba un líder aristocrático, digamos, en tiempos de la monarquía o de la república temprana. Servirían, de este modo, como indicativo del lugar físico que ocupaba el aristócrata al que seguían sus bandas armadas con fidelidad personal, en una relación de servidumbre, y no tanto de fidelidad al estado romano. Hay testimonios de fuentes clásicas, como Plutarco, que menciona en su Romulus, que el propio Rómulo llevaba un estandarte con un manojo de heno atado a un astil, de donde vendría el nombre de manipulus, aunque esto parece una construcción historiográfica posterior, muy del gusto de los historiadores romanos. Mucho más tarde tenemos algunas menciones, como la de Plinio, a unos cinco estandartes zoomorfos, que él llama paladios, que tendrían distintas figuras animales, cuyo abandono sitúa hacia el 100 a.C. como remanente de una época más antigua. Por tanto, si en esta época eran ya antiguos, su origen ha de retrotraerse por lo menos más de un siglo atrás. En este caso se trataba de estandartes que llevaban las legiones, no unidades específicas dentro de las legiones, sino el ejército en su conjunto, lo que nos permite sugerir que podrían ser un remanente fosilizado de alguna subdivisión interna en estas legiones primitivas o bien alusiones a divinidades concretas de las que no tenemos noticia exacta. Sin embargo, para estos periodos tan primitivos, toda afirmación ha de entenderse como poco más que una hipótesis.
Ilustración de portaestandarte. Eduardo Kavanagh.
Pregunta – En su libro dedica un capítulo a su función simbólica ¿existía una relación especial entre los soldados y sus estandartes?
Respuesta – Sin duda, totalmente. Por ejemplo, el historiador Dionisio de Halicarnaso refiere que las enseñas se consideraban sagradas como estatuas de dioses, lo que nos da cuenta del grado de culto y de celo con el que trataban estos objetos. Se les rendía una gran reverencia. No son alusiones, referencias, epifanías ni manifestaciones de los dioses, sino entidades divinas adoradas en sí mismas. La vinculación de la tropa con los estandartes era enorme. Los testimonios de los autores clásicos son numerosos. Nos hablan de los prodigia, los sucesos milagrosos que ocurrían en torno a los estandartes, que se sitúan entre lo humano y lo divino. Tácito en el tomo I de sus Anales nos cuenta que a la muerte de Augusto en el año 14 d. C. se desata la revuelta de las legiones de Panonia y Germania. El senador Munacio Planco acudió a sofocar el motín, y estuvo a punto de ser asesinado por la tropa, pero alcanzó a refugiarse en la capilla de los estandartes del campamento y al pie de este lugar, el portador del águila, argumentó que los estandartes no debían mancillarse con sangre romana. Parece que este argumento bastó para convencer a los amotinados para que no asesinaran a Munacio. Esta cercanía que, estableciendo paralelismos con otras épocas no pudo salvar a Thomas Beckett o a Juliano Medicci de morir en lugares sagrados, en este caso sí salvó a Munacio, lo que es un indicativo de la reverencia que experimentaban hacia sus enseñas. Esto es una remanencia de la atribución de un carácter divino a los estandartes, que están entre lo sagrado y lo profano, entre lo celeste y lo terrestre, lo que les permite convertirse en intermediarios entre ambas esferas. Incluso se consagraban, dejaban de ser un objeto cotidiano para convertirse en un objeto sagrado a través de una ceremonia de paso. Lo interesante de todo esto, como apuntaba antes, es que no dependen de los dioses olímpicos, son entidades divinas por su propia esencia.
Los estandartes no son alusiones, referencias, epifanías ni manifestaciones de los dioses, sino entidades divinas adoradas en sí mismas. La vinculación de la tropa con los estandartes era enorme
Pregunta – ¿Este carácter divino de las enseñas podría emanar de la sublimación del grupo, de elemento de referencia o identificación del soldado con la unidad a la que pertenece?
Respuesta – Totalmente, mi teoría es precisamente que la potencia mágica o divinidad de estos estandartes es inmanente a su propia enseña, y el fundamento de esta divinidad se encuentra, según creo, en una especie de formulación de la entidad colectiva, de la unidad militar, en términos religiosos. Dicho de otro modo: al dotar a esta comunidad humana de este tipo de objetos religiosos, sacros, que la representan, la propia unidad también adquiere una trascendencia sobrenatural. Es un mecanismo de retroalimentación, cuanto más culto rinden los soldados a sus estandartes, más reverencia recibe la propia unidad. Para los romanos esto era importante, pues creían en la eficacia mágica de las oraciones, libaciones, rituales, de modo que igualmente creían que rendir culto a un estandarte tendría como consecuencia el refuerzo mágico de esa misma unidad militar. El estandarte es pues, una manifestación más de la comunidad humana, pero dotada de trascendencia, de potencia mágica. Hay alguna excepción, por ejemplo el águila parece tener cierta dependencia respecto al dios Júpiter, por tanto no hay una independencia plena, pero es interesante que en realidad, no se trata de una vinculación demasiado estrecha, sino que no parece ir más allá del patroconio o la bendición en un momento temprano por parte del dios Júpiter, que le brinda una bendición que se traduce en una potencia mágica, que es el numen. Pero una vez dotada la legión de numen, no le puede ser despojado salvo, quizá, por la pérdida del estandarte que encarna ese numen, esto es, el águila. En todo caso, lo interesante de todo esto es que, una vez otorgada esta bendición, aunque la relación entre el águila y Júpiter es simbólicamente estrecha, la potencia mágica es inherente al propio estandarte y, por tanto, propiedad de la comunidad humana.
La potencia mágica o divinidad de estos estandartes es inmanente a su propia enseña, y el fundamento de esta divinidad se encuentra, según creo, en una especie de formulación de la entidad colectiva, de la unidad militar, en términos religiosos.
Estela funeraria con un estandarte. Neuss, Alemania. Foto: Wikimedia Commons
Pregunta – En este sentido ¿existía algún tipo de iniciación entre los nuevos reclutas cuando se integraban bajo un nuevo estandarte?
Respuesta – Sí, así es. El sacramentum militum era el juramento exigido al recluta en el momento de su acceso al ejército. La literatura y la numismática sitúan estas ceremonias, como los castigos, frente a las enseñas. Y, precisamente, una de las cláusulas de este juramente era la prohibición de abandonar las enseñas; por ejemplo sabemos que Flavio Filóstrato, en su biografía de Apolonio de Tiana, describe el gesto de los reclutas durante este ritual: con las manos y dedos extendidos. La enseña militar podría funcionar como testigo del juramento del sacramento. Resulta difícil saber si corresponde a alguna reminiscencia de alguna divinidad antigua e igualmente determinar el papel exacto desempeñado por el estandarte en estos ritos. Podría tratarse de un papel pasivo, como receptor de la adhesión del soldado; o bien de un papel activo, como testigo divino o semidivino del juramento, probablemente esto segundo sería lo que se produjese o una mezcla de los dos; sea como fuere queda acreditado el enorme protagonismo del estandarte en el momento de iniciación de los reclutas.
El sacramentum militum era el juramento exigido al recluta en el momento de su acceso al ejército. La literatura y la numismática sitúan estas ceremonias, como los castigos, frente a las enseñas.
Pregunta – En el terreno de la funcionalidad ¿cuáles eran sus usos principales?
Respuesta – En mi trabajo apunté dos grandes tipos de funciones: en primer lugar las simbólico-morales, en función de su capacidad de apelación del subconsciente individual y colectivo; y en segundo lugar, no podemos olvidar las funciones prácticas en combate, tanto en despliegue como en maniobra. Ambas funciones van de la mano y se imbrican entre sí. En la misma línea, cabe distinguir entre dos tipos de estandartes: en primer lugar los eminentemente simbólicos o emblemáticos, como son la enseña zoomorfa, el simulacrum – que lleva la imagen de la divinidad; la imago – que lleva la del emperador; el lábaro – con el crismón constantiniano-, y el aquila. Por otro lado, tenemos las enseñas eminentemente tácticas, el signum y vexillum, que sirven para transmitir órdenes de la oficialidad a la tropa. Algunos autores, como Lendon, Quesada y otros, han propuesto una nueva interpretación de las fuentes, un nuevo modelo de dinámica de combate romana: la teoría de los “blobs” o amebas, conforme a la cual las unidades pequeñas adoptarían formas más flexibles en función de las circunstancias del combate: bosques, ríos, montañas, pasos estrechos… de modo que pudieran variar la forma física de la unidad. En segundo lugar, y más importante, es el hecho de que los centuriones tenían una enorme libertad de maniobra, independientemente de las órdenes emanadas del general; podían decidir el momento del ataque, del avance o de la retirada puntual de sus pequeñas unidades de combate (centurias, manípulos). Esta enorme autonomía tenía, sin embargo, el inconveniente de que podía derivar, fácilmente, en un caos. En estas circunstancias la enseña tendería a ocupar un protagonismo especial, pues serviría como medio para mantener a las unidades “bajo su bandera”, es decir, ordenadas a pesar del desorden que inevitablemente provocaría una dinámica de combate como la que acabamos de describir, extremadamente flexible. Estos estandartes irían acompañados de instrumentos musicales, que junto con el centurión formarían una unidad de mando que sería capaz de transmitir órdenes de la oficialidad a la tropa. Dicho con otras palabras: cuanto más flexible fuera el orden de las tropas, cuanta más libertad de movimiento tuvieran estas y sus unidades pequeñas (centurias, manípulos, etc.), más necesidad habría del empleo de estandartes para evitar que la batalla derivara en un caos completo. Puesto que la dinámica de combate romana daba muchísima libertad a sus centuriones o, lo que es lo mismo, a las pequeñas unidades de combate, la presencia de estandarte y su empleo eran absolutamente necesarios. El estandarte es, por tanto, un remedio para evitar el desorden que implicaba la peculiar dinámica de combate romana.
Los estandartes tenían dos grandes tipos de funciones: en primer lugar las simbólico-morales, en función de su capacidad de apelación del subconsciente individual y colectivo; y en segundo lugar, no podemos olvidar las funciones prácticas en combate, tanto en despliegue como en maniobra.
Pregunta – Sobre la evolución de los estandartes y su pertenencia a centurias, manípulos y cohortes se ha producido un importante debate historiográfico ¿cuál es el estado de la cuestión?
Respuesta – El debate tradicional ha sido muy complejo porque las fuentes son muy inconsistentes. Algunos autores mencionan estandartes de centurias, de manípulo, otros de cohorte y luego muchos más estandartes de unidades; pero sobre todo, en cuanto a las tropas legionarias, la confusión era enorme. Cada uno menciona un tipo de estandarte distinto. Es muy difícil que convivieran. La clave para entender esta inconsistencia de las fuentes, a mi juicio, pasa por aceptar una realidad cambiante en el tiempo. En el siglo II a.C. tenemos una descripción de Polibio, muy compleja, en la que parece haber enseñas tanto centuriales como manipulares. En el siglo I parece que solo hay una enseña manipular y que la centurial podría haber sido arrinconada o incluso abandonada. Otros estudios hablan de la pervivencia de la enseña centurial durante el principado, por lo que es posible que sobreviviera, aunque contamos con testimonios de unidades que se dotan de enseñas centuriales en época antonina, pero se trata de una unidad auxiliar. Pensamos que, como consecuencia del progresivo desarrollo de las unidades de pequeño tamaño, que se produce a lo largo del periodo imperial, las unidades legionarias comienzan a parecerse a las auxiliares y la enseña centurial parece convertirse de nuevo en la norma, sobre todo a partir del siglo IV. De este modo se explica la aparente inconsistencia de las fuentes, puesto que describen realidades distintas. En cuanto a la cohorte, había que distinguir entre la cohorte legionaria, que a partir de finales de la República se convierte en la unidad táctica básica, y la auxiliar. En el caso de las unidades auxiliares, no hay duda de que efectivamente se dotaban de enseña cohortal. En el caso de la cohorte legionaria, sin embargo, ninguna fuente menciona la existencia de enseña cohortal alguna. ¿Cómo se explica que la unidad táctica básica carezca de enseña propia? La explicación más probable, que yo defiendo, es que la enseña táctica ordinaria de uno de los manípulos de esta cohorte, aquel de la primera centuria del primer manípulo, hiciera las veces de estandarte de toda la cohorte. Este mecanismo serviría asimismo para reforzar la autoridad del primus pilus, centurión que gozaba de una situación de privilegio excepcional. De este modo no sería preciso un estandarte nuevo, podría utilizar el suyo propio, de su manípulo, sin que hiciera falta una enseña cohortal específica. Un poco en la línea de lo que decíamos antes, en torno a la época tetrárquica, comenzamos a detectar estandartes cohortales para todas las unidades. Es interesante ver que emplean la forma de dragones, los famosos dracones.
A la sombra de los grandes yacimientos arqueológicos que atraen cantidades ingentes de turistas hay otros pequeños enclaves cuya labor resulta fundamental tanto para la conservación de nuestro patrimonio como para su difusión. La visita a estos lugares, si están bien gestionados, puede ser una experiencia muy didáctica, a veces más que perderse entre las nutridas colecciones artísticas de muchos de los museos que pueblan nuestro país. Hemos querido acercarnos a uno de estos sitios, la villa romana de l’Albir, en L’Alfás del Pi, Alicante, de la mano de su directora, Carolina Frías.
Maqueta en la entrada de la villa de l’Albir. Foto: Museo de l’Albir
Pregunta – ¿En qué año se descubrió la villa romana de L’Albir y cuáles han sido las etapas de su puesta en valor?
Respuesta – El conjunto arqueológico de l’Albir es uno de los yacimientos tardorromanos más importantes de la Comunidad Valencia. Las excavaciones llevadas a cabo en las décadas de 1980 y 1990 sacaron a la luz un asentamiento rural datado entre los siglos II y VIII d.C. Su fase más monumental corresponde con los siglos IV y V d.C., cuando esta zona era un vicus formado por una villa señorial y un área funeraria en la que destaca un mausoleo de planta rectangular. Los primeros trabajos fueron dirigidos por el arqueólogo José Guillermo Morote, quien excavó la necrópolis cuyos restos muebles se encuentran depositados en el MARQ. Cuando estas campañas terminaron el Albir, la zona turística de playa del municipio de l’Alfàs del Pi, quedó urbanizada en su totalidad, a excepción de la parcela de la villa que fue adquirida por el Ayuntamiento de l’Alfàs del Pi y protegida como zona arqueológica. Después de más de 25 años en los que el yacimiento estuvo abandonado, el Ayuntamiento, en colaboración con la Universidad de Alicante, retomó los trabajos en 2008 bajo la dirección de Carolina Frías Castillejo y Jaime Molina Vidal. El objetivo de este proyecto era estudiar y proteger los restos arqueológicos al tiempo que convertir el yacimiento en un producto cultural, de ahí que desde el principio el equipo haya trabajado en priorizar la dimensión interpretativa, prestando una especial atención a las posibilidades que ofrecen la virtualización y los recursos tecnológicos.
El punto de inflexión del proyecto lo encontramos en el año 2011, cuando después de ejecutar la obra de cubierta y construcción de una pasarela en las termas, la Generalitat Valenciana reconoce el yacimiento como el Museo al Aire Libre Villa Romana de l’Albir. A partir de ese momento, el museo va incorporando nuevos recursos y nuevos espacios expositivos, entre los que debemos resaltar la guía virtual con realidad aumentada. Esta guía sobre Ipad, desarrollada por el equipo Patrimonio Virtual, permite visualizar sobre las propias estructuras de las termas una reconstrucción virtual de los espacios de baño originales.
Restauración de bipedales de la villa de l’Albir. Foto: Museo de l’Albir.
El conjunto arqueológico de l’Albir es uno de los yacimientos tardorromanos más importantes de la Comunidad Valencia. Las excavaciones llevadas a cabo en las décadas de 1980 y 1990 sacaron a la luz un asentamiento rural datado entre los siglos II y VIII d.C. Su fase más monumental corresponde con los siglos IV y V d.C.
Pregunta – ¿Podría describirla brevemente?
Respuesta – La villa romana de l’Albir es un asentamiento rural cuya construcción se ha datado a mediados del siglo IV d.C. Se han documentado fases altoimperiales previas, pero su caracterización como centro productivo en esta época está aun por determinar. Se trata de un tipo de villa aristocrática que controlaría un fundus más o menos extenso en el que se incluirían otros asentamientos rurales campesinos, la necrópolis y un embarcadero ubicado en la playa del Racó. A mediados del siglo V d.C. se realiza una gran reforma en las termas, ampliándolas y cambiando el sentido de circulación del recorrido. Asimismo, se construye un oecus de grandes dimensiones, una estancia de representación en la que el dominus celebraba audiencias y banquetes. Los restos hallados durante las intervenciones arqueológicas indican que en la villa se producía aceite y vino y también se pescaba con fines comerciales. Actualmente conocemos la pars urbana del asentamiento, por lo que en las sucesivas campañas que se siguen realizando cada verano iremos descubriendo el resto de ambientes, tanto residenciales como productivos.
Caldarium de la villa romana. Foto: Museo de l’Albir.
Se trata de un tipo de villa aristocrática que controlaría un fundus más o menos extenso en el que se incluirían otros asentamientos rurales campesinos, la necrópolis y un embarcadero ubicado en la playa del Racó.
Pregunta – ¿Con qué otros yacimientos arqueológicos del entorno pudo tener relación?
Respuesta – El Albir en época romana pertenecía al territorium de Allon, ciudad que se sitúa debajo de la actual Villajoyosa. El yacimiento, por tanto, tiene una gran vinculación con este núcleo urbano cuyos restos se pueden visitar en Vilamuseu, uno de los museos más potentes en nuestro país en cuanto a accesibilidad y a recursos interpretativos. La provincia de Alicante es muy rica en patrimonio arqueológico, por lo que en el entorno del Albir se localizan otras villas romanas tardías, como Banys de la Reina en Calpe o Xauxelles en Villajoyosa, pero la villa romana de l’Albir es la única que, por el momento, se encuentra abierta al público. Recomendamos también la visita al MARQ, ya que muchos de los materiales de los ajuares funerarios hallados en las antiguas excavaciones se encuentran expuestos en este museo. Algunas piezas son muy interesantes, como los restos de las caligae de un enterramiento o la colección de jarras y objetos de vidrio aparecidos en las tumbas.
La provincia de Alicante es muy rica en patrimonio arqueológico, por lo que en el entorno del Albir se localizan otras villas romanas tardías, como Banys de la Reina en Calpe o Xauxelles en Villajoyosa, pero la villa romana de l’Albir es la única que, por el momento, se encuentra abierta al público.
Excavación de la necrópolis de l’Albir. Foto: Museo de l’Albir.
Pregunta – En la villa han aparecido una serie de enterramientos infantiles ¿eran habituales en este tipo de espacios?
Respuesta – Hemos identificado por el momento 6 fases constructivas, de las cuales una de ellas corresponde a una necrópolis infantil datada en el siglo VI d.C. con siete enterramientos, todos ellos de menores de hasta 10 años. Las tumbas se ubican entre los restos de estructuras de la villa, cuando este asentamiento ya se encontraba abandonado y sin funciones productivas. La reutilización de espacios de villas abandonadas para establecer áreas funerarias es una dinámica habitual documentada en multitud de yacimientos de periodos tardoantiguos. La pecularidad de la necrópolis del Albir es que, por el momento, tan solo se han localizado enterramientos infantiles. Dado que el yacimiento se encuentra en proceso de excavación, no descartamos el hallazgo de nuevos restos que nos ayuden a comprender esta fase del asentamiento.
La reutilización de espacios de villas abandonadas para establecer áreas funerarias es una dinámica habitual documentada en multitud de yacimientos de periodos tardoantiguos.
Pregunta – ¿De qué manera puede contribuir un yacimiento arqueológico como la villa de l’Albir a la revitalización y puesta en valor de un municipio?
Respuesta – Sin duda la valorización turística del patrimonio cultural es una de las líneas que las administraciones han de seguir para estructurar un destino turístico de calidad. L’ Alfàs del Pi es un municipio de 22.000 habitantes situado en la Costa Blanca, una de las áreas vacacionales más importantes de la Comunidad Valenciana. Su modelo turístico es el de sol y playa, pero con la apertura del Museo al Aire Libre Villa Romana de l’Albir, apoyado en el Centro de Interpretación del Faro y el Parc Natural de la Serra Gelada, se ha puesto en marcha un programa de estrategias y actividades que amplían notablemente la oferta complementaria mediante productos turísticos de carácter cultural y natural.
Faro de Sierra Gelada, en el entorno de L’Alfás del Pi. Foto: Museo de l’Albir.
Sin duda la valorización turística del patrimonio cultural es una de las líneas que las administraciones han de seguir para estructurar un destino turístico de calidad.
Este yacimiento es un ejemplo de cómo un yacimiento abandondado, a partir de la voluntad política y de una adecuada gestión, se ha convertido en un museo arqueológico que genera riqueza.
Vivir en público
La intimidad está muriendo, dicen. Cada vez estamos más dispuestos a exponernos en la red y nos apasiona espiarnos mutuamente. Si sigue esa evolución, perecerá la experiencia de lo recóndito, lo reservado, lo misterioso. Para los sabios del pasado, la intimidad, ese territorio interior a salvo de la vigilancia social, era una forma esencial de libertad. Sin embargo, a nosotros nos seduce tanto llamar la atención que olvidamos el riesgo de ser controlados. Dejamos que en nuestra vida cotidiana se inmiscuyan miradas ajenas y marcas publicitarias, que para incitarnos al consumo buscan conocernos y clasificarnos. El capitalismo favorece todo lo privado, menos la vida privada.
Para los sabios del pasado, la intimidad, ese territorio interior a salvo de la vigilancia social, era una forma esencial de libertad. Sin embargo, a nosotros nos seduce tanto llamar la atención que olvidamos el riesgo de ser controlados.
Cuenta el historiador Heródoto que el rey de Lidia, Candaules, enamorado de su mujer, la creía más bella que ninguna, pero le aguijoneaba que los demás lo ignorasen. Por eso dijo a uno de sus oficiales: «Creo que a pesar de mis palabras no calibras la arrebatadora belleza de la reina. Quiero que la veas desnuda con tus propios ojos». El oficial se resistió, pero acabó acatando la orden. Esa noche se escondió tras la puerta de la alcoba real y contempló a la reina conforme se iba quitando sus túnicas. La mujer vio su sombra furtiva y sintió una indescriptible humillación. Al día siguiente llamó al oficial y le obligó a ser su cómplice: «O bien matas al rey y te casas conmigo, o bien eres tú quien morirá por haberte prestado a tal infamia». Ante tan escalofriante opción, el oficial decidió derrocar a su señor. Así Candaules, pionero de la sobreexposición pública, perdió el poder por no tener pudor.
¿Huele mal?
El dinero tiende a ocultar su pasado mientras promete la posesión del porvenir. Las grandes fortunas no suelen confesar de dónde vienen sus ganancias ni el verdadero origen de sus éxitos. La riqueza sabe blanquear su historia, como los gatos que se limpian a sí mismos lamiéndose. Eso pensaba hace dos mil años un emperador romano conocido por su avidez económica.
La riqueza sabe blanquear su historia, como los gatos que se limpian a sí mismos lamiéndose.
Cuentan que Vespasiano vendía las magistraturas a los candidatos y las absoluciones a los acusados. Se dice también que daba trabajo a sus colaboradores más rapaces, con la intención de condenarlos cuando se enriquecían y apoderarse de sus saqueos. Su anécdota más famosa se refiere a una tasa que impuso sobre la orina. En la antigua Roma se recogía el pis de las letrinas públicas con fines económicos. Era muy codiciado por los curtidores de pieles, que lo usaban para tratar el cuero, y por los lavanderos, que lo empleaban como producto de limpieza por su contenido en amoniaco. El avaricioso emperador obligó a pagar a todos los artesanos que utilizaban la orina pública en sus negocios. Cuando el hijo de Vespasiano se enteró del nuevo impuesto, le reprochó su impúdica codicia. Vespasiano le colocó bajo la nariz una moneda de oro recién cobrada gracias a aquel tributo y le preguntó cínicamente si olía mal. El emperador sabía que, aunque provenga de las alcantarillas, el dinero nunca apesta.
Textos de Irene Vallejo Moreu
Reseña
Alguien habló de nosotros(Editorial Contraseña, 2017) es el último libro de Irene Vallejo Moreu, licenciada en Filología Clásica y doctora por las Universidades de Florencia y Zaragoza. En él se recogen los artículos que la autora ha ido publicando en su columna semanal en la contraportada del Heraldo de Aragón, dos de los cuales encabezan este artículo por gentileza de la autora. En ellos que trata de iluminar la problemática actualidad desde la perspectiva de los clásicos grecolatinos. En un mundo tan altamente conectado como en el que vivimos, en el que se los acontecimientos se suceden a velocidad de vértigo, la mirada sosegada de los sabios del pasado aporta una nueva savia que alimenta el espíritu porque, en definitiva, sus preocupaciones eran nuestras preocupaciones, de ahí el título de la hora. Efectivamente, alguien habló de nosotros, de los seres humanos, que seguimos siendo los mismos, con túnica o Iphone. La selección de todos estos textos publicados en los últimos seis años, demuestra que es posible dialogar con el pasado, entendernos mejor, y encontrar apoyo en este rico sedimento de historia, pensamiento y cultura que nos precede. Ahora que los planes educativos relegan el estudio de las humanidades, la publicación de esta antología, dedicada a los profesores que continúan enseñándolas contra viento y marea, se presenta como un acto de resistencia intelectual altamente necesario.
Cerca del Meneleo, en la localidad de Terapne, los Dioscuros tenían su propio templo. Los llamados “hijos de Zeus”, eran hermanos de Helena. Según el mito, Tindáreo reinaba en Esparta con su bella esposa Leda. Zeus se enamoró de ella y para conseguir su amor se metamorfoseó en cisne. Ese mismo día Tindáreo se unió también a su esposa, de modo que Leda puso un huevo que contenía dos parejas: por un lado Cástor y Clitemnestra (que serían hijos de Tindáreo) y por otro Pólux y Helena (que serían hijos de Zeus). En el siglo II d.C. los espartanos enseñaban a los viajeros, dentro del templo de Hilaíra y Febe, un gran huevo adornado con cintas asegurando sin rubor que era el que había puesto Leda.
Los espartanos enseñaban a los viajeros, dentro del templo de Hilaíra y Febe, un gran huevo adornado con cintas asegurando sin rubor que era el que había puesto Leda.
Cástor y Pólux son inseparables en sus aventuras. La primera les llevó a rescatar a su hermana Helena cuando, todavía impúber, fue raptada por Teseo que sentía el ambicioso deseo de tener como esposa a una hija de Zeus. Ambos participan más tarde en la expedición de Jasón en busca del vellocino de oro y se convierten en marineros de la nave Argo, donde destaca Cástor por su habilidad en el pugilato. Luego participan en la cacería del jabalí de Calidón, otra gran empresa que había reunido a los mejores héroes griegos del momento. En su última aventura se enfrentan a sus primos Idas y Linceo, ya fuera por haber raptado a sus novias el día de la boda, ya fuera por haber disputado por el reparto de un botín. El caso es que Idas mata a Cástor (que era mortal como hijo de Tindáreo), mientras Pólux hace lo propio con Linceo. Cuando Idas deja malherido a Pólux, Zeus interviene y fulmina con su rayo a Idas y se lleva consigo al mundo de los dioses a Pólux. Como éste no quería separarse de su hermano, cedió la mitad de su inmortalidad y, en virtud de esa solución de compromiso, ambos están un día en el cielo y otro en el Hades (en otras versiones, los hermanos nunca podían encontrarse, pues cuando uno estaba en el cielo, el otro se encontraba en el Hades). El poeta Píndaro (siglo V) relaciona directamente a los dos hermanos que habían compartido la inmortalidad con la localidad de Terapne:
Cambiando su condición pasan alternativamente un día junto a su padre Zeus y el otro bajo tierra en las oquedades de Terapne, cumpliendo un destino semejante.
Ruinas del teatro de Esparta. Foto: Wikimedia Commons
Los hermanos se relacionaban con el mundo de la milicia y en particular eran patronos de los jinetes (se les representaba como jinetes sobre caballos blancos). Por este carácter militar y su mismo origen, los Dioscuros eran divinidades muy queridas por los espartanos cuyo juramento preferido, “Por los dos dioses”, se refería precisamente a ellos. Unas estatuas de los dos hermanos acompañaban al ejército espartano en campaña; estas estatuas eran especialmente primitivas, pues consistían en dos vigas verticales de madera unidas por travesaños transversales; cada una de estas vigas representaba a uno de los hermanos. Según Plutarco, que nos explica su forma, el conjunto recibía el nombre de dókana, pues la palabra dokós significa precisamente “viga”. Hay una representación en un relieve encontrado en Laconia y hoy depositado en el Museo de Esparta. Los reyes espartanos, en tanto que descendientes ellos mismos de gemelos, se habían identificado estrechamente con los Dioscuros; por eso, cuando los espartanos decidieron en el 506 que no podían salir los dos reyes juntos en la misma campaña, desde ese momento iba al frente del ejército una sola viga, la otra quedaba en Esparta con el otro rey.
Los reyes espartanos, en tanto que descendientes ellos mismos de gemelos, se habían identificado estrechamente con los Dioscuros.
Busto de un hoplita espartano. Museo de Esparta. Foto: Wikimedia Commons
Los espartanos creían que estos dioses, protectores de Esparta, se aparecían en las batallas y dejaban señales de su favorable presencia. Así pasó en el 467 cuando el rey Arquidamo infundió valor a sus hombres al asegurar que había advertido huellas de sus caballos y de sus armas. A partir de esa época los Dioscuros se convierten especialmente en protectores de los combates navales y están asociados con la imagen de estrellas. Precisamente en versiones tardías del mito se decía que Zeus había catasterizado a los hermanos que se habían convertido en la constelación Gemini, donde las dos estrellas más brillantes que se sitúan una frente a la otra reciben sus nombres.
Javier Murcia Ortuño
Reseña
Este breve artículo que nos ha cedido Javier Murcia Ortuño es un resumen de uno de los capítulos de su libro Esparta (Alianza Editorial, 2017). Se trata de una de las obras más completas publicadas sobre esta polis griega en los últimos tiempos, al menos en lengua castellana. A lo largo de sus páginas se analizan prácticamente todos los aspectos de su historia antigua: la conquista de Laconia y Mesenia, su sistema político, los festivales religiosos y sus dioses, la educación y la sociedad y el papel de la mujer espartana. Como es lógico, también se profundiza en su historia política en el contexto de la antigua Grecia, por lo que la mayor parte del libro está dedicado al protagonismo de Esparta en las Guerras Médicas y las del Peloponeso, en cuyo tratamiento el autor expone una visión crítica y bien documentada. Finaliza el ensayo con un análisis de las causas de la pérdida de su hegemonía y una parte final dedicada a su pervivencia en el mundo helenístico.
En estos días los medios de comunicación se han hecho eco de una magnífica escalinata aparecida en un yacimiento que ya venía deparando importantes resultados: el Turuñuelo de Guareña, en Badajoz. Estamos ante un enclave comparable en su importancia a Cancho Roano, que cada vez va aportando más información sobre Tarteso, en los albores de la civilización peninsular. Hemos querido acercarnos a los trabajos que vienen realizándose allí de la mano de Esther Rodríguez, codirectora de las excavaciones.
Vista aérea del yacimiento. Foto: equipo investigador
Pregunta – ¿Cuándo comenzó la campaña arqueológica en el Turuñuelo y en qué estado se encuentra actualmente?
Respuesta – Los primeros trabajos arqueológicos llevados a cabo por el equipo del Instituto de Arqueología del CSIC comenzaron en el año 2013, cuando procedimos a la prospección del enclave y su entorno. El hallazgo de diversos restos materiales nos llevó a plantear la ejecución de un sondeo estratigráfico y la limpieza de varios de sus perfiles. Fue en ese momento cuando nos dimos cuenta de la importancia del enclave dado el buen estado de conservación de los materiales que documentamos.
De ese modo, planteamos la I Campaña de excavaciones arqueológicas llevada a cabo en el año 2014 con la colaboración de estudiantes procedentes de diversas universidades españolas. Durante los mencionados trabajos llevamos a cabo la excavación de la estancia 100, la de mayor tamaño de las hasta el momento documentadas, pues alcanza los 70 m2 de superficie.
El hallazgo de diversos restos materiales nos llevó a plantear la ejecución de un sondeo estratigráfico y la limpieza de varios de sus perfiles. Fue en ese momento cuando nos dimos cuenta de la importancia del enclave dado el buen estado de conservación de los materiales que documentamos.
Durante el año 2015 ejecutamos la II Campaña de excavación, momento en el que procedimos a la exhumación del vestíbulo que da acceso a la estancia principal y la denominada habitación sur, lugar donde fueron localizados un gran elenco de materiales entre los que cabe destacar el caldero de bronce o la parrilla.
El pasado mes de marzo dimos inicio a la III Campaña de excavaciones, unos trabajos que continuaremos durante el próximo mes de mayo. Esta vez la intervención se centró en el extremo este del vestíbulo, punto en el que ha sido hallada una escalinata monumental que ha cambiado por completo nuestra percepción del yacimiento. Su altura, de 2,5 m, salva la separación entre los dos pisos que componen la edificación. En los próximos días reanudaremos los trabajos de campo con el objetivo de conocer el ámbito en el que localiza la escalinata y así comprobar si se trata de un espacio abierto o cerrado.
Trabajos arqueológicos en El Turuñuelo. Foto: Esther Rodríguez
Pregunta – Descríbenos brevemente el yacimiento y los principales hallazgos que se han producido allí.
Respuesta – El yacimiento de El Turuñuelo es un edificio que parece estar exento, compuesto de diversas estancias y que conserva dos pisos construidos, un hecho que hace de este yacimiento un ejemplo único y excepcional para el estudio de la arquitectura tartésica. Aunque es enorme el volumen de información que manejamos, apenas hemos alcanzado el 10 % de la superficie de excavación, pues se trata del edificio bajo túmulo de mayor tamaño de los conservados a lo largo del valle medio del Guadiana.
En cuanto a su estructura, únicamente conocemos la estancia principal antes mencionada, compuesta por tres ámbitos. En el primero de ellos destaca la presencia de una gran pileta semicircular, el segundo por la aparición de una gran piel de toro extendida dibujada en el suelo de la estancia y, el tercero, por la existencia de un sarcófago/bañera de piedra ubicado sobre un pedestal en forma de ‘U’ construido en adobe. Frente a la bañera se localiza un gran banco corrido forrado de pizarras que recorre buena parte del muro norte de la estancia.
El yacimiento de El Turuñuelo es un edificio que parece estar exento, compuesto de diversas estancias y que conserva dos pisos construidos, un hecho que hace de este yacimiento un ejemplo único y excepcional para el estudio de la arquitectura tartésica.
El acceso a esta habitación principal se realiza por una gran puerta de casi dos metros de luz flanqueada por dos pilares. Cuenta con tres escalones realizados con adobe y da paso a un vestíbulo distribuidor. De las puertas que salen del vestíbulo solo hemos excavados dos. La que mira al sur da acceso a una pequeña estancia que cuenta con dos pequeños altares en forma de piel de toro ubicados en el centro de la misma. Fue en el interior de esta estancia sur donde se localizaron los elementos relacionados con la realización de un banquete, caso de la parrilla de bronce y el caldero, así como una colección de copas de imitación griega. Por su parte, la puerta que da al este es la que da paso a la gran escalinata recientemente excavada que permite la comunicación entre la planta inferior y la superior, a la que corresponden las estancias descritas.
La escalera cuenta con 10 peldaños, aunque posiblemente quede uno más por descubrir. Cinco de ellos están construidos con lajas de pizarra y otros cinco con un mampuesto de cal y granito a modo de sillares. A ambos lados de la misma se han documentado dos pasillos. En uno de ellos han sido documentados dos caballos en posición anatómica y con los herrajes puestos en la boca, mientras que en el pasillo opuesto cabe destacar la aparición de los restos óseos de varios bóvidos, un juego de ponderales de bronce, tres ungüentarios de pasta vítrea y varias utensilios de hierro, entre otros.
Caldero de bronce hallado en El Turuñuelo. Foto: Esther Rodríguez
Pregunta – ¿Con qué otros yacimientos podría tener conexión?
Respuesta – El Turuñuelo de Guareña forma parte de una red de enclaves ubicados en el llano, justo en la confluencia del Guadiana con alguno de sus afluentes. Se trata de los denominados edificios tartésicos ocultos bajo túmulo, una tipología de asentamiento que se corresponde con la existencia de construcciones realizadas en adobe y de planta cuadrangular, tipo Cancho Roano (Zalamea de la Serena), cuya cronología se extiende entre los siglos VI – IV a.C., momento este último en el que se ocultan y abandonan.
En la actualidad conocemos un total de 11 elevaciones tumulares a lo largo de la cuenca media del Guadiana a partir de las cuales se organiza el sistema político y territorial de la I Edad del Hierro en este amplio territorio. Parece que cada una de ellas contó con una actividad primordial que les permitía complementarse, aunque su papel principal siempre estuvo vinculado con la explotación de las fértiles tierras que los circundan.
Se trata de los denominados edificios tartésicos ocultos bajo túmulo, una tipología de asentamiento que se corresponde con la existencia de construcciones realizadas en adobe y de planta cuadrangular, tipo Cancho Roano (Zalamea de la Serena).
Este modelo territorial lo completan algunos enclaves en llano de pequeño tamaño conocidos como granjas o caseríos que no alcanzan la hectárea de extensión y un gran asentamiento en altura amurallado, localizado justo en la confluencia entre los ríos Guadiana y Zújar. Me refiero al yacimiento de El Tamborrio, en Villanueva de la Serena, quien posiblemente sería el encargado del control de los enclaves tumulares y la explotación del territorio.
Bañera/sarcófago de una estancia de El Turuñuelo. Foto: Esther Rodríguez
Pregunta – ¿Qué aporta el Turuñuelo al conocimiento de la historia y la sociedad de Tarteso?
Respuesta – El buen estado de conservación del Turuñuelo lo convierte en un ejemplo excepcional para el conocimiento de esta cultura, a pesar de lo alejado que se encuentra del tradicional núcleo de Tarteso ubicado entre las provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz.
La conservación de todo tipo de semillas, tejidos, restos óseos, maderas, cerámicas y bronces, nos está permitiendo reconstruir desde el paisaje que les rodeaba, su dieta, el vestido o algunos de los elementos muebles con los que contaban. Pero sin duda, es la arquitectura la que está aportando mayores novedades acerca de las técnicas constructivas empleadas en aquel momento, pues ahora estamos documentando elementos y materiales que pensamos que no habían sido empleados hasta época romana. Basta con citar el mortero empleado para la construcción de los sillares que conforman la escalera, similar al opus caementicium cuya aparición se le atribuye al mundo romano. A ello se suma la construcción de grandes muros de adobe que alcanzan los 2 m de anchura y la posible existencia de una falsa bóveda edificada con ladrillos de adobe cocido que cubriría la estancia principal del edificio. En definitiva, un destacado número de elementos arquitectónicos que nos desvelan la pericia de los constructores de Tarteso, capaces de diseñar y ejecutar construcciones de hasta 5 m de altura y escaleras de 2,5 m.
La conservación de todo tipo de semillas, tejidos, restos óseos, maderas, cerámicas y bronces, nos está permitiendo reconstruir desde el paisaje que les rodeaba, su dieta, el vestido o algunos de los elementos muebles con los que contaban.
Por todo ello, el Turuñuelo es un ejemplo para el estudio de nuestro pasado en general y de Tarteso en particular, pues constituye un caso único en la Península Ibérica al ser la primera construcción que conserva dos plantas construidas. No obstante, creemos que este es solo el inicio de todas las sorpresas que puede depararnos este yacimiento, pues con toda la extensión que queda por excavar, a buen seguro ampliaremos nuestro conocimiento acerca de los modos de vida de las sociedades de la I Edad del Hierro.
Estancia de la piel de toro de El Turuñuelo. Foto: Esther Rodríguez
Pregunta – ¿Cuáles son las principales líneas de investigación en la actualidad en relación con Tarteso?
Respuesta – Tarteso es un tema que ha sufrido desde su aparición a principios del siglo XX un gran número de altibajos, cuyos extremos se sitúan entre la existencia o no de esta cultura. Muchos lo han identificado con una ciudad, otros con un territorio, accidentes geográficos o un reino, pero lo cierto es que parece que en la actualidad los últimos avances acerca de esta cultura han permitido sentar una definición más clara. Aunque algunos investigadores aún lo ponen en duda, parece que la comunidad científica está de acuerdo en definir Tarteso como el sustrato que surge de la unión entre fenicios e indígenas en torno al siglo VIII a.C. Lógicamente, no se trata de una cultura homogénea que ocupa todo el valle del Guadalquivir, sino que en función de las tradiciones locales de cada territorio se definirían una serie de regionalismos que hacen de Tarteso una singular cultura cuyo punto en común es la influencia mediterránea.
Así, en estos momentos volvemos a vivir una etapa de auge de Tarteso con la celebración de encuentros y la publicación de trabajos en torno a ello. Cabe recordar que en el 2018 se cumplen los 50 años de la celebración del primer Simposio sobre Tarteso organizado en Jerez de la Frontera por el profesor Juan Maluquer de Motes. En este contexto está prevista la celebración de un nuevo congreso que sirva para presentar las últimas novedades en torno a este interesante tema.
Aunque algunos investigadores aún lo ponen en duda, parece que la comunidad científica está de acuerdo en definir Tarteso como el sustrato que surge de la unión entre fenicios e indígenas en torno al siglo VIII a.C.
Pregunta – Tarteso se ha prestado a divagaciones de todo tipo ¿de qué manera crees que puede combatirse la pseudo-divulgación histórica?
Respuesta – El desconocimiento de Tarteso hasta hace pocos años ha propiciado su vinculación con el mito; sin embargo, a medida que la Arqueología avanza conocemos más de su estructura social, sus santuarios, sus poblados y necrópolis, así como de su cultura material, por lo que actualmente nos encontramos más cerca de la realidad histórica.
El desconocimiento de Tarteso hasta hace pocos años ha propiciado su vinculación con el mito.
Pero también imagino que con esta pregunta quieres hacer referencia a la relación que se establece entre Tarteso y la Atlántida. Nunca me manifestaré en contra de aquellos que ven en Tarteso un mito, pues cada uno es libre de defender una hipótesis, por lo que siempre será complicado combatir la pseudo-divulgación a la que haces referencia. No obstante, se trata de un tema que escapa al racionalismo científico, pues la Atlántida si es un mito creado por Platón y solo en ese marco debe ser tratado.
La aparición de animales en los espectáculos de Roma podía ser de varios tipos. Estaban las venationes o caza de fieras; las exhibiciones de animales, por ejemplo en la pompa o la utilización de animales salvajes en las ejecuciones de condenados a muerte, llamadas damnatio ad bestias. La actividad y actuación de estos animales era variada y dependía de la necesidad de dar espectáculo, del tipo de animal, de si era agresivo o no, de la participación o no de personas y del lugar donde se realizaran: el circo, el foro, el anfiteatro, el teatro o cualquier otro espacio habilitado para ello.
La aparición de animales en los espectáculos de Roma podía ser de varios tipos. Estaban las venationes o caza de fieras; las exhibiciones de animales, por ejemplo en la pompa o la utilización de animales salvajes en las ejecuciones de condenados a muerte, llamadas damnatio ad bestias
Aunque con el tiempo los ludi venatorii terminarían siendo mucho más célebres que las exhibiciones y la damnatio ad bestias, esta es la que menos extraña nos resulta, tras haber recibido como legado de los autores cristianos la imagen de un león en un anfiteatro atacando a un cristiano; imagen repetida después en el cine y las novelas históricas. Los ludi venatorii, o juegos de caza, formaban parte del grupo de espectáculos que los romanos disfrutaban. Eran varios y de diferente tipología. Entre los más queridos estaban los ludi circenses, es decir, las carreras de carros en el circo, y los ludi theatrici, las obras de teatro.
Mosaico de la gran cacería. Villa romana del Casale, Sicilia. Foto: Wikimedia Commons
Son muchas las historias que cuento en mi libro, pero aquí he decidido contarles mi anécdota favorita. En el año 55 a. C., para celebrar la inauguración del primer teatro de piedra de Roma, Pompeyo soltó una veintena de elefantes africanos en el circo para ser cazados por varias personas. Era la primera vez que se realizaba este tipo de espectáculo, aunque los elefantes ya eran bastante familiares para los romanos. Debido a lo dificultoso del espectáculo se tomaron medidas para evitar desgracias entre el público instalando unas rejas de hierro. Los cazadores, que eran gétulos, pueblo nómada del desierto, cazaban lanzando un venablo hacia el párpado inferior de la fiera que, alcanzada en el cráneo, caía, o bien la paralizaban atravesando las patas con el mismo arma.
En el año 55 a. C., para celebrar la inauguración del primer teatro de piedra de Roma, Pompeyo soltó una veintena de elefantes africanos en el circo para ser cazados por varias personas
Uno de los elefantes herido de esta forma se arrastró con las rodillas hasta uno de los cazadores, con la trompa le arrancó el escudo y lo lanzó al aire. El pueblo de Roma se enardeció. Los elefantes, en cambio, asustados, en un momento dado intentaron salir de estampida; pero viendo que no había posible huida comenzaron a emitir un sonido lastimero, como de súplica, que conmovió a los espectadores y al propio editor, que les perdonó la vida (Plinio, Historia natural viii, 20-21). Que tanto Plinio como Dión Casio (Dión Casio, xxxix, 38, 2-4), Séneca (Séneca, La brevedad de la vida 13, 6) y Cicerón (Cicerón, Cartas a los familiares, 7, 1, 3) dejasen constancia de este evento es bastante ilustrativo del impacto que generó este espectáculo.
María Engracia Muñoz Santos
Reseña
Muchos aspectos de la antigüedad permanecen en un discreto anonimato para la historiografía, por lo que constituyen una gran oportunidad para jóvenes investigadores que quieren profundizar en ellos con el fin de arrojar una luz necesaria a la hora de reconstruir el mosaico de nuestro pasado. Es el caso de María Engracia Muñoz Santos, historiadora y arqueóloga, especialista en el mundo de los animales en la antigüedad, que ha publicado su primer libro Animales in Harena (Confluencias, 2016).
Estamos ante una disciplina nada fácil. Estudiar el papel de los animales en la antigüedad, concretamente en el mundo de los espectáculos romanos, requiere, por una parte, conocimiento de la historia, por otra parte, conocimientos técnicos del mundo animal. Solo una persona de una gran dedicación y entusiasmo es capaz de ofrecer una obra como la que el lector puede disfrutar ahora. La autora ha buceado en todas las fuentes posibles para ofrecernos un libro con una documentación desbordante, repleto de datos e información de gran originalidad, en el que no queda ni un cabo suelto. Ante nosotros desfila todo el proceso por el que los animales eran capturados, trasladados, estabulados, utilizados y, en el caso de que fueran muertos, su destino final. Aquí no lo vamos a desvelar, que sea el lector quien lo haga a través de este pequeño, pero ameno estudio.
“Entonces los cartagineses confirieron la comandancia de España a Aníbal, aunque era joven, debido a la perspicacia y a la audacia que había mostrado en las acciones. Aníbal tomó el mando, y pronto evidenció su propósito de hacer la guerra a los romanos, aunque ahora la difiriera algo” (Polibio, Historias, II, 36-3).
Este fragmento de Polibio refleja un antes y un después en la historia de Roma. Aníbal tomó el poder en Hispania y, poco después, comenzaría su ofensiva sobre la península itálica. Su figura, cuya historia nos ha llegado a través de fuentes romanas, está salpicada de tópicos e imprecisiones que es necesario poner en contexto. Alianza Editorial ha reeditado “Aníbal de Cartago”, de Pedro Barceló, profesor de la Universidad de Potsdam, con quien hemos querido acercarnos a la historia de este determinante personaje de la Antigüedad.
Muralla púnica, Cartagena. Foto: Mario Agudo Villanueva
Pregunta – Aníbal trata de lanzar un mensaje propagandístico visitando el templo de Melkart en Cádiz ¿en qué medida es importante el manejo de la propaganda en la política del líder cartaginés?
Respuesta – La ofensiva propagandística intenta cumplir dos metas. Por una parte se pretende aunar al mayor número posible de comunidades fenicias y griegas que tienen cuentas pendientes con Roma. Por otra parte se quiere aislar a Roma de sus aliados itálicos mediante un proyecto político común arropado por motivos religiosos. Esto es una estrategia frecuente en los conflictos bélicos de la Antigüedad. Desde la época de Homero observamos como por ejemplo en la legendaria guerra de Troya los dioses batallan al lado de los hombres, tomando parte en la contienda y siendo instrumentalizados por las partes interesadas.
Pregunta – Amílcar ejerció una gran influencia sobre Aníbal ¿es comparable el influjo de la figura del padre al que ejerció Filipo sobre Alejandro Magno?
Respuesta – Sin duda alguna. La comparación no está fuera de lugar. Ambos personajes marcaron en gran manera la educación y la orientación política y militar de sus respectivos hijos. Sin embargo existe un hecho diferencial. Mientras que las relaciones entre Alejandro y Filipo son complicadas y tensas, sobre la relación entre Aníbal y su padre Amílcar no tenemos noticias que la presenten como complicada o conflictiva. Durante su estancia en Hispania Aníbal aprendió de su padre el arte de la guerra y la diplomacia y también todo lo necesario para tratar tanto con los romanos como con la cúpula política de Cartago.
Durante su estancia en Hispania Aníbal aprendió de su padre el arte de la guerra y la diplomacia y también todo lo necesario para tratar tanto con los romanos como con la cúpula política de Cartago.
Pregunta – En su libro desmitifica algunos lugares comunes relacionados con Aníbal: su odio eterno a Roma, la ubicación de Akra Leuke, la ubicación del Ebro… ¿cómo influye el hecho de que las únicas noticias que tenemos sobre Aníbal sean de sus enemigos?
Respuesta – Salvo leves excepciones toda la información que poseemos acerca de Aníbal y Cartago proviene de sus enemigos, que en este caso son precisamente los vencedores. Cuando Cartago fue arrasada en el año 146 a.C. por Roma desaparecen todos los textos, que sin duda existían, que trataban el conflicto romano-cartaginés desde la perspectiva de Cartago. Este es el principal motivo de la distorsionada visión que las fuentes filorromanas nos han legado del conflicto romano-cartaginés.
Cuando Cartago fue arrasada en el año 146 a.C. por Roma desaparecen todos los textos, que sin duda existían, que trataban el conflicto romano-cartaginés desde la perspectiva de Cartago.
Pregunta – Nos habla de la ambigüedad en la representación de los personajes de las monedas acuñadas por los bárquidas ¿en qué medida los Barca están influenciados por el mundo helenístico?
Respuesta – La influencia cultural y política que ejerce mundo helenístico sobre las elites cartaginesas es notable. Pensemos en sus vecinos orientales, los Tolomeos que constituyen una especie de modelo para la política africana de Cartago. También hay una fuerte corriente helenizadora proveniente de la Magna Grecia, es decir el sur de Italia y de Sicila. Esta última puede ser observada a través de la iconografía de las acuñaciones monetarias cartaginesas que copian parámetros helenísticos.
Foro de Sagunto. Foto: Mario Agudo Villanueva
Pregunta – Según apunta, Aníbal no tenía la pretensión de forjar un gran imperio ¿cuál era su intención?
Respuesta – Podemos dar por descontado que Aníbal no perseguía la destrucción de Roma, tampoco quería erradicarla del mapa político del Mediterráneo occidental. La meta de Aníbal era mucho más realista. Su modelo político era el que imperaba en el Mediterráneo oriental, donde los reinos helenísticos ejercían un régimen compartido de poder impidiendo así que una potencia hegemónica dominara al resto. En este contexto Aníbal pretendía, ante todo, debilitar a Roma para llegar a una paz negociada que hubiera obligado a la gran potencia itálica a renunciar a Sicilia y Cerdeña y a abstenerse en el futuro a intervenir en las zonas de la Península Ibérica que estaban bajo la influencia de Cartago.
Aníbal pretendía, ante todo, debilitar a Roma para llegar a una paz negociada que hubiera obligado a la gran potencia itálica a renunciar a Sicilia y Cerdeña y a abstenerse en el futuro a intervenir en las zonas de la Península Ibérica que estaban bajo la influencia de Cartago.
Pregunta – ¿Qué sabemos del grado de control que ejerció Aníbal sobre los territorios que ocupó en la península itálica?
Respuesta – Desde el año 216 a.C. Aníbal controla grandes partes del centro y sur de la Península Itálica. Sin embargo este poderío territorial se convierte en una espada de doble filo, pues le crea más problemas que ventajas. En la medida que aumentan las conquistas y el número de aliados itálicos, Aníbal se ve obligado a destacar unidades de su excelente pero reducido ejército, para controlar y proteger sus posesiones, hecho que como más dura la guerra se convierte en una hipoteca imposible de solventar, teniendo en cuenta que Roma dominaba el mar e impedía el suministro logístico y militar del ejército cartaginés destacado en Italia.
Aníbal se ve obligado a destacar unidades de su excelente pero reducido ejército, para controlar y proteger sus posesiones, hecho que como más dura la guerra se convierte en una hipoteca imposible de solventar.
Pregunta – ¿Qué queda del dominio cartaginés en la Iberia que se encontró Roma?
Respuesta – Los romanos adoptaron técnica y jurídicamente el sistema de explotación de la riqueza minera de Hispania de los cartagineses. Esto se puede observar muy bien en las minas de Huelva o de la Sierra Morena y de la zona de Cartagena. También la nueva división territorial y administrativa de la Península Ibérica después de la conquista romana cuando se instalan las provincias Citerior y Ulterior sigue los patrones de actuación tanto políticos así como militares que en su día habían impuesto los cartagineses.
Col de Clapier, los Alpes. Foto: Edward Boenig, Wikimedia Commons.
Los romanos adoptaron técnica y jurídicamente el sistema de explotación de la riqueza minera de Hispania de los cartagineses. Esto se puede observar muy bien en las minas de Huelva o de la Sierra Morena y de la zona de Cartagena.
Pregunta – ¿Y qué huella dejó la experiencia de la guerra contra Cartago en los propios romanos?
Respuesta – Ante todo el trauma de su propia vulnerabilidad. En la historia de Roma hay un antes y un después de la guerra anibálica. Después de vencer a Cartago, Roma no quedará satisfecha hasta que logre por fin borrar a Cartago del mapa político del Mediterráneo occidental. Observamos también una radicalización del imperialismo romano (destrucción de Corinto, Numancia etc.) y una redefinición del rol político de sus elites que a partir de este momento se muestran de forma progresiva reacias a ser integradas en el régimen del gobierno senatorial compartido de la República romana.
Resulta especialmente paradigmático que en una semana en la que se celebra el día internacional de los museos nos encontremos con un espectáculo como el que se está viviendo en pleno corazón de Roma. La instalación de un palco gigantesco para dar cabida a un musical sobre los restos arqueológicos del Palatino nos debería llevar a plantearnos si somos conscientes de la debilidad del Patrimonio. Queda patente que no es necesario una invasión de radicales o una guerra fratricida para poner en riesgo nuestro legado común, sino que basta con agitar en la coctelera esnobismo, megalomanía y autocomplacencia para asestarle un golpe sin justificación.
Cartel del musical “Divo Nerone”, que se celebra en el Palatino
No es la primera vez que nos encontramos ante este tipo de agresiones, bien vistas de forma general por el público y abrigado por la coartada moral de “poner en valor nuestro Patrimonio” o “socializar el Patrimonio”. El último en poner el grito en el cielo ha sido uno de los especialistas vivos que probablemente mejor conozca el corazón arqueológico de Roma, Filippo Coarelli, quien ha puesto de relieve que este ejercicio megalomaníaco ha supuesto la cancelación de la excavación que se iba a llevar a cabo en la zona por un equipo francés. Describe incluso el profesor emérito de la Universidad de Perugia que el especialista francés, al encontrase con el escenario ,quedó al borde del llanto por la impotencia y el desastre que supone este lamentable espectáculo. Y es que no debemos olvidar que la Domus Aurea estuvo cerrada durante unos cuantos años precisamente por peligro de hundimiento.
Basta con agitar en la coctelera esnobismo, megalomanía y autocomplacencia para asestar al Patrimonio un golpe sin justificación
Pero precisamente a quien debemos pedir explicaciones es al organismo que vela por el bienestar de los restos arqueológicos de la ciudad eterna, la Sopreintendenza de Roma. Como no podía ser de otro modo, han hecho mutis por el foro, y tras proceder a la cancelación de los permisos de excavación en la zona, han dado el visto bueno a semejante espectáculo. Habría que preguntarse ¿por qué utilizar una zona tan sensible como es el Palatino? ¿no hay más alternativas? Como sociedad deberíamos reflexionar y preguntarnos seriamente de qué forma queremos proteger nuestro Patrimonio y ponerlo en valor.
Desde luego, resulta todo una paradoja que Nerón vuelva a teñir su lira en el Palatino, mientras grúas y camiones campan a sus anchas por donde en otros tiempos se levantaban monumentos como el templo dedicado a Heliogábalo.
El Ministerio de Antigüedades de Egipto acaba de informar de la recuperación del depósito con los materiales usados en la momificación de Ipi, visir de Egipto, alcalde de la ciudad de Tebas y miembro de la elite durante el reinado de Amenemhat I, primer monarca de la Dinastía XII (ca. 1985 a.C.).
El descubrimiento se ha realizado en el marco del proyecto Middle Kingdom Theban Project, una misión internacional dirigida por la Universidad de Alcalá de Henares y patrocinada por la Fundación Gaselec de Melilla y la Fundación Palarq de Barcelona. El autor del hallazgo fue el arqueólogo egipcio Mohamed Osman, de laUniversidad Libre de Berlín, quien inmediatamente se puso a trabajar en los materiales junto a Salima Ikram, experta en momificación de la Universidad Americana de El Cairo.
El hallazgo e identificación de estos materiales es de gran importancia para entender el proceso de momificación y las técnicas usadas en esta época tan temprana de inicios del Reino Medio, y ayudará a conocer el tipo de instrumental, sustancias y vendajes que se utilizaban en la época.
Los materiales de momificación se han encontrado en el patio de la tumba de Ipi (TT 315), donde se encontraban guardados en una cámara. El depósito contenía 56 jarras con productos y materiales utilizados en el proceso de embalsamamiento, los rituales necesarios para la transformación del individuo y preparadión de su momia para el enterramiento. En su campaña arqueológica de 1921-1922, el egiptólogo estadounidense Herbert Winlock encontró parte de estos materiales en una cámara auxiliar situada en la esquina nordeste del patio superior de Ipi. Los embalsamadores y sacerdotes seguramente depositaron en esta sala los materiales, herramientas, vendajes, aceites y sales directamente asociados con el tratamiento del cadáver de difunto, ya que no podían acompañar al dueño de la tumba por no ser materiales “puros”.
Tejido de lino. Foto: Middle Kingdom Theban Project
“El hallazgo e identificación de estos materiales es de gran importancia para entender el proceso de momificación y las técnicas usadas en esta época tan temprana de inicios del Reino Medio, y ayudará a conocer el tipo de instrumental, sustancias y vendajes que se utilizaban en la época”, señala Antonio J. Morales Rondán, director del proyecto.
El depósito de materiales de momificación creado para el visir Ipi contenía originalmente 67 jarras con diversas marcas de alfarero y otros tipos de inscripciones, varios sudarios y sábanas de lino (4 m. de largo), pañuelos y varios tipos de vendas, telas y piezas para cubrir dedos, manos, y otras partes del cádaver del difunto. Salima Ikram ha identificado un órgano momificado depositado en una de las jarras como el corazón del visir Ipi. La práctica de extraer este órgano de los difuntos no parece común y, por lo tanto, merece más investigación.
Además, el depósito también contenía unos 300 sacos de sal de natrón, aceites, arena y otras substancias, así como las tapas de las jarras y un escalpelo. Entre las piezas más impresionantes de esa colección destacan las jarras de arcillas nilóticas y margas, algunas con inscripciones del alfarero e hierático, varias vendas de seis metros de largo, un sudario usado para cubrir el cuerpo del difunto durante el proceso de embalsamamiento, un pañuelo con flecos de una longitud de 10 metros, bolsas de natrón que fueron introducidas en las cavidades del cuerpo del difunto, piezas de tela que también sirvieron como paquetes internos, y una serie de vendas de carácter fino que se usaban para dedos, manos y pies.
Algunos aspectos de la religiosidad en la Antigüedad nos son todavía desconocidos, sin embargo, la enorme importancia que este mundo tenía en la vida cotidiana dotaba a cientos de costumbres de un carácter sacral o ritual. Es el caso que nos ocupa, el de la ceremonia del barrido, apenas estudiado de una manera global, del que ahora se publica una interesante monografía de la mano de Signífer: “La escoba y el barrido ritual en la religión romana”, escrito por Santiago Montero Herrero, Catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid, con quien hemos querido hablar para conocer más datos sobre este desconocido rito.
Pregunta – Su libro recoge un tema obviado generalmente en los estudios sobre religión romana ¿cuáles han sido las aproximaciones a este problema que se han producido hasta la aparición de su estudio?
Respuesta – En efecto, se trata de la primera monografía sobre el uso de la escoba en la religión. En general, me han interesado y atraído siempre los temas menos estudiados. Así, “Mujer y adivinación en la Roma Antigua” (1994), “Trajano y la adivinación” (2000), “Augusto y las aves” (2006), “El emperador y los ríos” (2012) son monografías a cuya temática se le prestó antes escasa atención y creo que estudian aspectos inéditos o, al menos, muy originales. Prefiero abrir una nueva vía en la investigación, con las dificultades y riesgos que eso supone siempre, que ofrecer la enésima interpretación de un problema. En este caso contábamos con artículos como los del húngaro Köves-Zulauf o el francés Briquel centrados en pasajes concretos de algún autor clásico pero no con un estudio de conjunto sobre el barrido ritual.
Prefiero abrir una nueva vía en la investigación, con las dificultades y riesgos que eso supone siempre, que ofrecer la enésima interpretación de un problema.
Pregunta – ¿En qué contextos se producía el barrido ritual?
Respuesta – En el ámbito privado aparece sobre todo en tres momentos: el nacimiento, los banquetes y la muerte. En el ámbito público está reservado casi exclusivamente a la limpieza de los templos aunque tenemos noticia de un antiguo ritual según el cual cuando los arúspices advertían una tonalidad rojiza en el hígado de las víctimas sacrificiales, ordenaban barrer unas piedras vinculadas a los muertos (manales).
En el ámbito privado aparece sobre todo en tres momentos: el nacimiento, los banquetes y la muerte.
Pregunta – ¿Tenía siempre el mismo significado simbólico o depende del tipo de ceremonia?
Respuesta – En la mayor parte de los casos el barrido ritual tenía funciones lustratorias o purificatorias. Sin embargo, durante el nacimiento, un miembro de la familia montaba guardia de noche en el umbral de la casa barriéndolo con una escoba y encarnando así a la diosa Deverra con el fin de impedir la entrada del dios Silvano que amenazaba la vida de las parturientas. En este caso parece haber tenido una función apotropaica.
Altar decorado con la figura de Silvano, contra quien se realizaba el barrido ritual en los nacimientos. Galería lapidaria del Tabularium, Musei Capitolini. Foto: Wikimedia Commons.
Pregunta – ¿Quiénes se encargaban de realizarlo?
Respuesta – En el ámbito de la familia, cuando moría uno de sus miembros era el heredero, el llamado everriator, el encargado de barrer la casa. En los templos romanos el barrido corría a cargo del aedituus pero conocemos una inscripción dedicada por un scoparius en un templo de Isis en Sicilia, lo que hace pensar que en los templos egipcios tenía connotaciones más sacrales que en los templos romanos. Uno de los momentos más solemnes de la vida pública romana era el barrido del templo de Vesta por las vestales el día 15 de junio y, con una escoba pequeña, el de la mesa de Júpiter en el Capitolio por los septemviri epulones. No podemos olvidar que en caso de grave crisis las matronas barrían el suelo de los templos romanos con sus cabellos.
En el ámbito de la familia, cuando moría uno de sus miembros era el heredero, el llamado everriator, el encargado de barrer la casa. En los templos romanos el barrido corría a cargo del aedituus.
Pregunta – El barrido ritual ¿es una ceremonia más próxima a la magia que a la religión?
Respuesta – Religión y magia influyeron mutuamente en Roma; basta con examinar algunas festividades religiosas del calendario romano para darnos cuanta de la rica presencia en ellas de creencias y ritos mágicos. Sin embargo, es sorprendente que en este caso concreto la escoba, el barrido, están completamente ausentes de la magia. El silencio de los papiros mágicos o de las tablillas de defixión es, en este sentido, muy elocuente. La magia estuvo más interesada siempre por la impureza y soslayó este elemento.
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Pregunta – ¿Qué testimonios iconográficos tenemos de este fenómeno?
Respuesta – Desgraciadamente no conocemos ninguno para el contexto religioso. Tengo la impresión de que era algo intencionado puesto que la escoba por su contacto con la inmunditia y la muerte tenía fuertes connotaciones negativas. Sí, en cambio, conocemos representaciones del uso de la escoba en el ámbito profano a cargo siempre de esclavos. Los mosaicos romanos, como el de Piazza Armerina son los que proporcionan una mayor información.
Abordar la religiosidad de las sociedades que nos precedieron puede acabar, en la mayoría de los casos, en un ejercicio especulativo, máxime si carecemos de textos traducidos que nos permitan arrojar luz sobre aspectos tan importantes como la composición de su panteón, sus ciclos míticos o su ritualidad. La única alternativa metodológica que nos queda es acudir a la interpretación de los registros arqueológicos en base a comparaciones con otras sociedades de las que tenemos más información o tratar de inferir conclusiones desde asociaciones simbólicas que, en muchas ocasiones, no dejan de ser más que una suposición.
Puerta del Sol de Puente Tablas con el betilo al fondo. Foto: Mario Agudo Villanueva.
A pesar de todo, cuando nos enfrentamos ante lugares como el santuario de Puente Tablas, de forma inmediata se nos plantea el reto de tratar de buscar un sentido al extraordinario testimonio material que se presenta ante nuestros ojos. En este yacimiento arqueológico, próximo a la ciudad de Jaén, nos encontramos con la planta de un complejo edificio situado al lado de la conocida como Puerta del Sol, que por su ubicación y estructura se ha vinculado con la esfera religiosa.
Primer término del betilo, con los brazos cruzados. Foto: Mario Agudo Villanueva
Los trabajos que han dirigido en este enclave Arturo Ruiz y Manuel Molinos, del Instituto Universitario de Investigación Arqueológica Ibérica, han resultado clave a la hora de buscar un sentido a tan magnífico emplazamiento. La puerta del oppidum está orientada hacia la salida del sol y está asociada a una estructura aneja, en la que se halló una piedra tallada toscamente donde parece representarse a una mujer con la cabeza tocada por una tiara y los brazos cruzados en su regazo (1), una suerte de betilo que reproduce un modelo muy extendido a lo largo de todo el Mediterráneo y que fue asociado por Marija Gimbutas con la diosa de la vida, de la muerte y de la regeneración. La investigadora lituana la vinculó con la diosa Luna, fuente de vida y de todo lo que producía fertilidad y, al mismo tiempo, poseedora de los poderes destructivos de la naturaleza (2). La postura de brazos cruzados traza un triángulo con la cabeza, una forma que para Gimbutas era la plasmación del seno universal, fuente inagotable de vida, al que el muerto regresa para volver a nacer de nuevo (3).
Cella de la primera terraza, en la que probablemente se custodiaba el betilo. Foto: Mario Agudo Villanueva
La observación del comportamiento del sol en los equinoccios ha aportado más información sobre el conjunto arqueológico. Los rayos de luz se filtran al amanecer por la puerta monumental e iluminan la tosca figura, ubicada en una posición estratégica para proyectar su sombra protectora hacia el interior del yacimiento en estos días tan señalados. Algunos autores han interpretado este fenómeno como una narración religiosa que se basa en la relación entre el sol y la diosa, un mito que deja de ser una hierofanía, como la estudiada en La Cueva de la Lobera, Castellar (Jaén), para crear un discurso mitológico relacionado con la divinidad (4).
Receptáculo para libaciones de la segunda terraza. Foto: Mario Agudo Villanueva
Sea como fuere, los equinoccios están entre esa serie de “eternidades recuperables” periódicamente que constituyen el calendario sagrado de muchos pueblos, que ven en la repetición cíclica de estos fenómenos celestes asociados al ciclo estacional los ejes vertebradores de su religiosidad, vinculada al origen del Cosmos, de la vida o de la fecundidad de la tierra (5). Estamos ante la cuestión de la regeneración del tiempo de la que nos hablaba Elíade en su famosa teoría del eterno retorno y que implica, a partes iguales, al sol, divinidad generalmente masculina de carácter celeste, y a la tierra, divinidad habitualmente femenina de carácter telúrico (6).
Altar con forma de piel de animal, del patio de la primera terraza. Foto: Mario Agudo Villanueva
La estructura arquitectónica que nos ocupa, situada a la entrada del poblado y fechada en el siglo IV a.C., se vertebra en tres terrazas. La primera, a la que se accede desde unos peldaños desde la calle principal, consta de una cella -donde debía alojarse el betilo-, de una antecella y de un altar con forma de piel extendida de animal que se encuentra en un patio que da acceso a las otras partes del santuario. Es probable que en este altar se produjeran los sacrificios de cerdas y cabras preñadas cuyos testimonios materiales han sido identificados por los arqueólogos que han trabajado en el recinto. La segunda terraza se estructura en torno a cuatro cuevas naturales frente a las cuales se han encontrado tres orificios en el suelo, probablemente utilizados para realizar libaciones. La tercera terraza solo presenta una habitación y está conectada a un canal por el que manaba el agua del manantial que brotaba de las cuevas en dirección norte-sur.
Vista general del santuario desde su acceso principal. Foto: Mario Agudo Villanueva.
La presencia de los receptáculos de libación, los sacrificios animales y el agua que brota de las cuevas nos recuerda a elementos presentes en santuarios griegos de tipo oracular. En prácticamente todos los oráculos helenos conocidos hay un manantial, así lo vemos en Delfos, con las fuentes Castalia y Casotis; en Claros, con la fuente de Manto; en Lebadea, donde para consultar el oráculo de Trofonio había que beber de las aguas de Leteo, olvido, y Mnemósine, memoria; en Dídima, donde la profetisa hallaba inspiración en las aguas; en Patras, en Ténaro y Cianeas y también en el famoso oráculo del oasis de Siwa (7). Lo mismo es aplicable a las cuevas que, junto con el agua que brota de la tierra, están situadas en lugares liminales, entendidos como zona de paso al más allá, mundo poblado por los muertos, conocedores del futuro, como podemos ver en este pasaje de la Odisea:
“Allí Perimedes y Euríloco detuvieron a las víctimas, y yo, desenvainando la aguda espada de mi costado, cavé un agujero de un codo por un lado y por otro, y en torno vertimos una libación en honor de todos los muertos, primero con una mezcla de leche y miel, después con dulce vino, y en tercer lugar con agua. Por encima esparcí harina blanca de cebada, y prometí con intensa súplica a las inanes cabezas de los muertos que al llegar a Ítaca les sacrificaría la mejor vaca estéril de mis dominios palaciegos, y colmaría una pira de espléndidos dones, y, además, sacrificaría en honor de Tiresias, de él solo, una oveja toda negra que destacara en mis rebaños. Y, tras haber suplicado con plegarias y rezos a las tribus de los difuntos, tomé a las ovejas y las degollé sobre la fosa, y se derramó su sangre negra como una nube” (Odisea, XI, 23 y ss. Trad. Carlos García Gual).
Odiseo convoca las almas de los muertos para conocer el futuro de mano del adivino Tiresias, se observa cómo se conjugan algunos de los elementos que observamos en Puente Tablas: el agua, las libaciones y la sangre de las víctimas. Lógicamente, es aventurado hacer paralelismos entre el horizonte cultural griego y el ibero, pero no descabellado. Desde finales del siglo V a.C., aumenta el conocimiento de Iberia en el mundo griego, una tendencia que irá a más a lo largo del siglo IV a.C., momento en el que la cultura ibérica alcanza su mayor apogeo, en el que se consolida su universo político e ideológico (8).
Canalización de agua que cruza el recinto. Foto: Mario Agudo Villanueva.
Una muestra de esta influencia griega es el fragmento de una crátera de figuras rojas, parte del ajuar votivo que recoge un rito de iniciación que es presenciado por la estatua de una diosa femenina, probablemente Afrodita o Artemis, que fue hallado en el mismo santuario de Puente Tablas (9) o la estructura del recinto palacial excavado en el mismo yacimiento, donde las estancias se ordenan jerárquicamente entorno a un edificio principal, como en el caso del mégaron de los palacios micénicos (10). La influencia de los colonizadores griegos en el arte ibérico ha sido sostenida por muchos autores, que ven la acción de estos talleres helenos en nuestra península el motivo por el que eclosiona la escultura íbera (11).
Basas de las columnas que adornaban el patio del edificio principal del recinto palacial de Puente Tablas. Foto: Mario Agudo Villanueva.
Pero, como decíamos al comienzo de este breve artículo, la ausencia de textos que aporten más información sobre el sentido más profundo de la religiosidad ibérica tiende sobre nosotros un oscuro manto de ignorancia a través del que sólo podemos vislumbrar los pequeños retazos que la arqueología va descubriendo campaña tras campaña. Lo único que sí podemos asegurar con certeza es que la religiosidad de este pueblo responde a un complejo sistema de creencias de las que, sin duda, todavía nos queda mucho por conocer.
Autor
Mario Agudo Villanueva
Notas
(1) CHAPA, T. (2015): La escultura ibérica en los siglos IV y III a.C. en “La cultura ibérica”, Desperta Ferro Ediciones, Madrid, pp. 26.
(2) GIMBUTAS, M. (1974:2014): “Diosas y dioses de la Vieja Europa (7000-3500 a.C.)”, Siruela, Madrid, pp. 191-209.
(3) Ídem, pp. 199-200.
(4) RUEDA GALÁN, C. (2015): La religiosidad en las sociedades iberas de los siglos IV-III a.C. en “La cultura ibérica”, Desperta Ferro Ediciones, Madrid, pp. 46.
(5) BELMONTE, J.A. (1999): “Las leyes del cielo”, Temas de Hoy, Madrid, pp. 16.
(6) ELÍADE, M. (1951:2008): “El mito del eterno retorno”, Alianza, Madrid, pp. 56-93.
(7) HERNÁNDEZ DE LA FUENTE, D. (2008): “Oráculos griegos”, Alianza, Madrid, pp. 38-39.
(8) DOMÍNGUEZ MONEDERO, A. (2015): El mundo ibérico en el contexto Mediterráneo en “El mundo ibérico en el contexto mediterráneo), Desperta Ferro Ediciones, Madrid, pp. 4-5. Para más información sobre el desarrollo del mundo ibérico y sus contactos con el Mediterráneo oriental consultar RUIZ RODRÍGUEZ, A.; MOLINOS MOLINOS, M. (1993): “Los Iberos. Análisis arqueológico de un proceso histórico”, Crítica, Barcelona.
(9) RUEDA GALÁN, C. (2015): La religiosidad en las sociedades iberas de los siglos IV-III a.C. en “La cultura ibérica”, Desperta Ferro Ediciones, Madrid, pp. 46.
(10) BENDALA GALÁN, M. (1988): “Los albores de Grecia”, Historia 16, Madrid, pp. 74-76.
(11) ABAD CASAL, L.; BENDALA GALÁN, M. (1999): “El arte ibérico”, Historia 16, Madrid, pp. 66-68, también en PRESEDO, F. (1997): El arte ibérico, en “Historia de España Antigua. Protohistoria” , Cátedra, Madrid, pp. 237-275.